martes, 2 de junio de 2009

TAXI DRIVER Y LAS TRABAJADORAS SEXUALES

Empiezo a escribir cuando comienza un nuevo día. Bueno, comienza es un decir, pues los fantasmas de la oscuridad tienen para rato (sino pregúntele a mi perro “Manchas” que ladra incesantemente arriba). El tema me ronda la cabeza desde hace horas. Primero recordé un cuento de Máximo Gorki donde una de ellas salva la vida de un pobre infeliz. Luego pensé en Julia Roberts “amparada” por un millonario Richard Gere en “Mujer Bonita”, pero deseché esta película por insubstancial y hasta cursi. Sin embargo, al mismo estilo de la “ley de la atracción” (piensa lo que deseas y se realizará), del libro “El Secreto”, de Rhonda Byrne, me encuentro en el cable con “Taxi Driver”, el film de culto de Martín Scorsese. La trama es más real, vigente, humana y perturbadora que cualquier otra sobre el tema. Robert De Niro rescata a una adolescente Jodie Foster del oscuro mundo de la prostitución. Ya quisiera protagonizar yo una historia parecida, pues al final, el gran redimido del sin sentido Kafkniano, es el propio taxista. Moralistamente podría afirmar que las mujeres no deben prostituirse, mucho más si son menores de edad. De hecho, este oficio es degradante e insufrible – sólo imagina que lo ejerce tu hija para comprobarlo-. Sin embargo es más lógico y justo invocar a los hombres a no pagar por sexo. Pero eso sería anhelar que no existan crímenes, robos, mentiras, y toda forma de delito, lo cual sería vivir en una sociedad paradisiaca. Siendo un trabajo que alguien debe realizar (así como limpiar letrinas), es torpe perseguirlas y maltratarlas. Insisto, no lo hacen porque les guste. A quien debe combatirse es a los proxenetas que las explotan. Como cualquier otro oficio, los municipios, deben velar por sus derechos y reglamentar su ejercicio (hablo de la prostitución de adultos) en zonas adecuadas. A semejanza del justiciero taxista del film, sería noble sacarlas de ese mundo, pero de poco valdría, pues llegarán otras mientras exista demanda. Las hay hasta en los países más cultos y desarrollados. Por ello no debemos mirarlas hipócrita y pretensiosamente, pensando ser los “honestos”. Ellas son personas con la inherente dignidad de todo ser humano. Como lo había previsto me dio la madrugada y los gorjeos de mi pequeño Dylan Axel me enternecen el corazón. Antes de abrazarlo, imagino un sórdido lugar donde uno de estos ángeles se gana la vida prodigando placer a algún parroquiano, tan promiscuo como desesperanzado. Estas líneas son un tributo para estas incomprendidas mujeres.