lunes, 21 de junio de 2010

LA HISTORIA DE ESTRELLITA

Cada semana suelo escribir sobre temas negativos, pues en una sociedad donde campea la corrupción, callar es hacerse cómplice de tanto ladrón de saco y corbata. Sin embargo hoy haremos un alto para contarles la historia de Estrellita, la sufrida niña de ayer y entusiasta profesional de hoy. Vivía feliz, plena de candor e inocencia dentro de una familia numerosa. Entre los muchos primos que frecuentaban la casa de su abuela, había uno con las desviaciones propias de quien, la falta de orientación y del buen ejemplo, fue reemplazada por la pornografía y los amigos maliciosos. Aprovechando una oportunidad de la despreocupada confianza que la familia le había prodigado, dio rienda suelta a sus primarios instintos. Estrellita conoció ese aciago día que la maldad más terrible se agazapa muchas veces dentro del propio hogar. Pues sabe que ahí cuenta con dos silencios a su favor. El temor de la víctima, y la complicidad de la familia que prefiere mantener la “reputación” pública, a costa de inmolar el dolor de una doncella. Los primeros meses fueron terribles para Estrellita. Su inocencia violentamente arrebatada la había sumido en el terror y el desconcierto. Pero nuestra valiente jovencita no se amilanó, y más bien tuvo claro que no permitiría que un desalmado trunque sus deseos de superación. Se preparó mucho e ingresó a la universidad donde se convirtió en una esforzada y responsable estudiante. Nadie habría imaginado que detrás de esa transparente sonrisa, moraba muy bien ocultada la secuela del evento que desgarró la alegría de su niñez. Un buen día, animada por una buena amiga, se decidió acudir a una psicóloga para tratar de arrancarse esa espina que de vez en cuando la atormentaba. Sesiones enteras de tratamiento rindieron su fruto y Estrellita logró irse liberando de los terribles sentimientos de rabia, dolor y culpa. Hoy es una ejemplar profesional y una de sus preocupaciones es cuidar a sus primas y sobrinas adolescentes para que no vivan su dolorosa experiencia. Esta historia no es tanto para las niñas o jóvenes vulnerables como lo fue Estrellita, quienes no suelen frecuentar lecturas como ésta. Es sobre todo para sus padres. Las estadísticas indican que el mayor número de violaciones son ejecutadas por miembros de la propia familia, quienes se cobijan en el temor de sus víctimas y en el silencio cómplice de los llamados a denunciar. Es lamentable que tantos de estos criminales queden impunes. Sin embargo es clave e indispensable la cautela y la orientación de padres y docentes, considerando que el mayor peligro se encuentra en el propio entorno familiar. Por mi parte, además de suscitar una necesaria reflexión, quiero tributar mi rendido homenaje a la niña llamada Estrellita que logró superar tan amargos momentos.