viernes, 29 de abril de 2011

EL DOLOROSO SILENCIO

Por: Billy Crisanto Seminario

Detesto cuando Dylan Axel se pone mal. Las mañanas son grises y las noches desamparadas. No es la ausencia del bullicio, sino el enorme vacío que deja el mutismo de su sonrisa. El silencio de no escucharlo correr por la casa atenaza mis pensamientos, y todo atisbo de alegría desaparece de mis ojos.

Descubro entonces que hay dos tipos de silencio. Aquel que, acompañado del sosiego, procura sensaciones que fecundan palabras bellas (casi siempre dedicadas a mujeres bellas). Pero hay otro tipo de silencio que no es físico. Es la desolación que crece a la sombra del letargo de Dylan Axel. El ruido de la calle y hasta la música incomodan, y su ausencia, en vez de abrir espacio para reconciliarme conmigo mismo, sólo me sabe a tristeza penitente en mi alma.

En esos momentos los temores me desbordan como lobos agazapados para atacarme en el flanco más vulnerable de mi alma. Rápidamente pierdo el control y la desesperación hace presa de mí en un vendaval de prisas sin un norte promisorio. No obstante, lo más lastimero es su llanto. Más lacerante que el grito de un ave herida. Desgarra inmisericordemente mi alma, y sólo una honda plegaria me permite ver una lucesita que no quiero que se extinga nunca…

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