lunes, 28 de septiembre de 2009

LOS ETERNOS DOMINGOS

Odio los domingos desde niño, cuando el campo se quedaba solo porque los peones no llegaban a trabajar. Hoy es domingo y se llevarán a mi hijo Dylan Axel donde sus abuelos. Entonces la casa estará silenciosa y triste. En la calle algunas riñas de ebrios pondrán la dosis de malestar a mis intentos de dormir. No me gusta salir, pues la calle se siente calurosa y tediosa. También no quiero encontrar a algún amigo que me invite unos tragos y termine de malograr este día magro.Ni siquiera en las épocas más felices lograba evadir la abulia dominical. Cuando viajaba Lima, el viernes y el sábado eran indescriptiblemente maravillosos junto a una diosa, pero el domingo debía regresar a Piura y la sensación de despedida me echaba a perder todo ese día.Hoy es domingo y tengo trabajo que realizar, pero no hay urgencia que me saque de mi apatía. He logrado escribir algo en el ordenador porque pienso que sacando esto de mí lograré un poco de sosiego. Ya me vencen las ganas de echarme a dormir, pero reparo que hay una excepción en esta historia de domingos aburridos. Eran los domingos de playa hace muchos años. Sólo el mar con su fresca inmensidad lograba romper mi tedio. Claro que tenía que estar acompañado por mi primer amor. Pero todo eso fue efímero, como son las cosas felices y hoy no hay motivo que suscite entusiasmo. Y ya no tengo ganas para escribir más. Mañana lunes, en retrospectiva, quizá complete y corrija en algo este fragmento.

No hay comentarios: