miércoles, 28 de octubre de 2009

SESIONES MUSICALES CON DYLAN AXEL


Hay dos DVDs que Dylan Axel necesita para comenzar el día sin berrinche. Son dos “antologías” realizadas por mí mismo. La primera es de Serrat, donde destaca una versión de “Nanas de Cebolla” con una emotiva introducción del maestro. la segunda es de Mar de Copas y reúne los principales éxitos de la banda peruana. Del primer DVD no hay mucho que escribir, y quien sepa de música, dudo que cuestione la calidad del extraordinario trovador catalán. Esta madrugada me ocuparé del segundo que arbitrariamente trato de tatuar en la memoria de mi pequeño hijo. Debo decir en mi defensa que desde que ve aparecer los créditos en la pantalla, ya está riendo de alegría y mientras disfrutamos las canciones, mueve sus piececitos al ritmo de la voz de Wicho García y de la guitarra de Manolo Barrios. Por mi parte debo confesar que no puedo quitar los ojos de Phoebe y Claudia (sobre todo en el clip de “Mujer Noche”), las dos bellas integrantes que aportan la dosis de dulzura y sensualidad a la música de MDC. No obstante, más allá de estas dichosas vivencias con Dylan Axel que colorean mis días, hay música de calidad que trataré – quizá pretenciosamente – de explicar en las siguientes líneas. Las canciones de MDC son melodía, a veces desolada, pero plena de virtuosismo. En sus letras, el desamor se torna sublime y, a semejanza de las puestas de sol de “El Principito”, uno siente que la tristeza puede ser linda. Escucharlos es volar a una noche con unos tragos (sólo para "sazonarse"), unas luces psicodélicas y una flaca que, no por linda, deja de ser sensible, audaz e inteligente para amarnos y luego herirnos. También es volar al recuerdo de ese amor que, de tanto fuego, se consumió en su propio éxtasis, pero en esos breves momentos brilló hasta el infinito. Y es que la música no tiene que ser kursi para expresar desgarradoras emociones. Tampoco tiene que ser empalagosa, ni menos aún estridente, para irradiar una desbordante energía que, paradójicamente, llega a emanar elevada ternura. Siempre he pensado que la buena música es poesía, no sólo porque hay honda sensibilidad en su letra, sino también porque sus acordes despiertan bellas nostalgias e intensos sueños. Eso y mucho más es MDC, y sobre todo es nutrir el alma con la más fecunda de las artes, su música.Comencé escribiendo sobre las sesiones musicales con mi pequeño Dylan Axel. El ahora duerme y quién sabe si no sueña con canciones que quizá su razón aún no entiende, pero que aceleran su tierno corazón. Es probable que esté fabricando melódicos y futuros recuerdos, con nombres como: “Balada de un encuentro fugaz", “Lo que tu gesto da”, “Llévame”, etc., etc.

lunes, 26 de octubre de 2009

EL PÁJARO ESPINO


Recuerdo la leyenda del pájaro espino. Aquel que, desesperanzado, sólo vive para buscar el árbol que esconde la espina más punzante en dónde clavará su corazón para, así, emitir el canto más celestial de todos los cantos. Esa belleza, que s
ólo puede surgir del más implacable dolor, es similar al amor apasionado que sienten (sentimos) algunos, encarnado en una diosa dulce y sensual a quien, destructivamente, buscamos para que nos hiera. Aquella que nos hace derramar las lágrimas más amargas de nuestra juventud. Cuando la conocemos y la adoramos, el desamor nos marca con candente hierro y toda nuestra vida la dedicaremos a buscar el paraíso negado. Nos acercaremos a él en la forma de un ajeno o imposible amor, pero nunca lo alcanzaremos. Esa es la gran tragedia del amor impetuoso y la barrera más grande hacía la felicidad. Cuando no amas ardientemente lo peor que te puede suceder es el vacío o el sinsentido, pero cuando te enamoras desmedidamente, no hay límites en tus ansias de posesión absoluta. Lo quieres todo de ella, y cuanto más te ofrenda, más insatisfecho te sientes. Esa violenta tensión, que oscila entre los más deslumbrantes momentos, y las más inexplicables melancolías, termina por destruirlo todo. Las heridas que deja son lacerantes y tórridas, al punto que pueden aniquilarte usando tus propias manos. Quizá nos esté prohibida la irrefrenable pasión. Quizá estemos condenados a amar sólo tibiamente para no perecer en las llamas del fuego divino. O quizá el amor desmedido, ese cargado de violentas rabias, de enloquecedoras caricias y de sublimes ternuras, es breve porque perdería su brillo sí vive más de la cuenta. Quizá sólo esté destinado a los valientes, aquellos que no le corren a su destino, aunque saben que es al mismo tiempo su condena...

viernes, 23 de octubre de 2009

AMAR EL SILENCIO

Perdido entre las cosas antiguas, entre aquellas que nunca conocimos y cuya sola mención nos aterra, mora pacientemente el silencio esperando compartir con nosotros su quietud. Le evitamos porque lo hemos asociado con el tedio de los días grises, o con la melancolía de la inocencia perdida. Por el contrario, el bullicio es quien reina y aturde nuestros días y, por extensión, nuestras almas, convirtiéndonos en autómatas y en esclavos del tumulto.Quien no conozca el paraíso de unos ojos radiantes que nos miran y unos labios que nos dicen sin hablar cuanto nos aman, no conoce los picos máximos de la dicha. Aquel que no haya disfrutado de una noche de estrellas, escuchando sólo el sonido de la naturaleza en la forma del chirriar los grillos, nunca ha acariciado el terciopelo de su espíritu ansioso de dulce sosiego. Sí, ni siquiera, ha escuchado la débil respiración de un bebé mientras duerme y nos comunica, con su inocencia, que Dios existe, definitivamente tiene petrificada el alma.La música más excelsa (Mozart, Beethoven, Chopin) no es otra cosa que silencio dotado de melodía. Escuchas la novena sinfonía e inmediatamente sientes como si las notas brotaran de tu propia naturaleza, y el don de estos genios consiste precisamente en mostrarnos el camino hacia ella. Silencio tantas veces vestido de ansiedad por nuestra miseria espiritual, ayúdanos a encontrar la comunión con lo hondo y elevado de nuestro ser.

sábado, 17 de octubre de 2009

NACIDO CON SUERTE

Quizá mi mejor pensamiento a esta hora de la madrugada de 17 de octubre sea de gratitud. No hay duda, como Mercedes Sosa y como pocos, puedo decir: “Gracias a la vida que me ha dado tanto”. Se lo dije una vez a Amalia, ese ángel que llegó de España a tierras piuranas y fue lo más cercano a Dios que he conocido. Ella, con esa paz que irradiaba y contagiaba me dijo que era una persona bendecida. Por supuesto que no me lo creí, ni lo creo hoy. He sido todo menos una persona virtuosa. La sensualidad del poder me atrae y la belleza femenina mucho más. Soy un desastre humano y sin embargo me siguen pasando cosas bellas sin merecerlas. Mi pequeño Dylan Axel que ahora duerme plácidamente me ha dado tanta felicidad que me sigo preguntando ¿Qué he hecho para merecer tantas bendiciones? La respuesta es MUY POCO. Escribir no es precisamente una compensación valiosa por todo lo que he recibido y además todo lo que escribo es perecedero. Si Dios existe y creo que sí. Es un ser extrañamente misericordioso con quienes no lo merecen. Conozco a mucha gente virtuosa y creyente que sufre mucho y, por su fe, debería recibir consuelo y alegría divina.Busco en mi pasado y tomo consciencia que esta racha de buena suerte llegó a mí alrededor de los veinticinco. Mi niñez y mi adolescencia fueron tristes. Amé por primera vez a los doce años, pero sólo en el sentido ideal. Recuerdo días enteros de rabia y frustración por los males del amor. Trato de encontrar en mi vida un suceso que me haya cambiado la vida y no lo ubico. Sólo avizoro que un momento de mi juventud como que dejé de tomarme la vida tan en serio y a experimentar una especie de vuelta a mi niñez. Comencé a jugarles bromas realmente infantiles a mis amigos de la universidad, reí más e hice reír a los demás. Me volví más loco (para otros, más inmaduro) y encontré amigos igual de locos. Conquisté el amor de chicas bellas. Al año siguiente de titularme, gané un concurso y obtuve trabajo seguro. Dos años después estudié otra carrera, me volví a enamorar y seguí siendo feliz, cada vez más loco o más inmaduro. Después de una larga soltería conocí a una noble y dulce mujer que me ha dado a Dylan Axel, el regalo más grande del mundo.Cuando era pequeño me angustiaba pensar que mis padres o mis hermanos mueran. Ese miedo se convirtió en fortaleza y en serenidad cuando acompañé a mi padre en sus últimos días en el hospital. Pensaba en él y, quizá, las muchas alegrías que le di en sus últimos años me reconfortaban al sentir que no fui un mal hijo A estas alturas de la vida, pienso que la mejor lección que aprendí fue una frase del maestro Borges: “La vida es sólo una suma de momentos” y aquí me encuentro, disfrutando de cada minuto y aprendiendo. Un niño, una mujer, un libro, una canción, una película y muchas cosas más. Todas son oportunidades para ser feliz y si Dios existe como creo que existe, creo que la estrella que designó para mí es mucho más brillante de lo que merezco.

jueves, 15 de octubre de 2009

¿EXISTE EL AMOR PURO?


Cuando escucho lamentarse a la gente sobre a la ambivalencia afectiva de sus parejas, (“es dulce, pero a veces reacciona agresivamente”) constato que los sentimientos y las emociones, cuando son intensos, no afloran químicamente puros. Sucede que todos son parte de en un vendaval que arrastra, no sólo la más sublime ternura, sino también los miedos, rabias, frustraciones y otros más que han sido reprimidos mientras la pasión amorosa no existía. Y es que el corazón o el inconsciente (depende del cristal con que se mire) es un depósito que no distingue emociones y sentimientos buenos o malos. Todo lo mantiene latente, esperando la oportunidad para salir y lo hace a torrentes antes que la razón nos haga saber que hemos lastimado al ser querido. Esto, porque el mundo afectivo es más antiguo y por lo tanto más veloz que el racional. Para ser esquemático y riguroso, existen en nosotros tres tipos de cerebros. El neo cortex o cerebro superior donde se almacena la razón, los conocimientos y los valores. Luego, el meso cortex o cerebro intermedio, donde se almacenan precisamente las emociones y sentimientos, y el paleo cortex (cerebro antiguo), también llamado cerebro reptiliano, donde se encuentran los más primarios instintos como la agresividad. Este último por tener millones de años de existencia, es el más veloz y, aunque ahí se guardan los instintos de supervivencia, es como la bestia que debemos aprender a domar nosotros mismos. Le sigue en velocidad el meso cortex. Ello explica la rapidez de nuestras reacciones emocionales, mucho más veloces que el control racional y moral, el más reciente lento y lento de todos. Lo anterior implica que uno de las aspiraciones humanas y de todo sistema educativo, debe ser ejercitar y fortalecer nuestro neo cortex, pero ese es otro tema. Por ahora básteme reflexionar sobre el enamoramiento, un fenómeno que por su fuerza, se convierte en una válvula por la que aprovechan para fugar emociones y sentimientos positivos y negativos. Esto explica que, junto al más tierno y noble amor, también surja el más nocivo egoísmo, así como los miedos e inseguridades, manifestadas en celos y deseos de dominar al ser querido, vulnerando su esencial libertad. Por ello la inteligencia emocional, en resumen consiste en aprender a controlar nuestras emociones, potenciando las positivas (sosiego, alegría, amor desinteresado, etc.) y dominar las negativas (furia, odio, tristezas, etc.) porque hacen daño a los seres queridos y nos degradan a nosotros mismos. He expresado algunas ideas con relativa fluidez, pero definitivamente, como todo en la vida, es mucho más fácil escribirlas que practicarlas.

jueves, 8 de octubre de 2009

LA PERTURBADORA BELLEZA


No creo que exista blindaje efectivo contra la belleza (no hablo sólo de la física). Siempre una dulce sonrisa, una hechizante mirada o unos labios sensuales van a perturbar la cotidianeidad de nuestras almas. Es imposible mantenernos indiferentes ante el encanto femenino. Lo que si podemos es domar nuestros impulsos, sin que ésto resulte una nociva represión a la libido. El sentido común y los años son determinantes, en estas lides. Observar, recrearse embobado y luego sonreír recordando a la noble compañera que aguarda por nosotros, o los pequeños que nos recibirán con los brazos abiertos, son motivaciones de una salud afectiva. Sin embargo, como todo en la vida, nada es sencillo, pues de pronto no podemos dejar de pensar en una diosa que encontramos en nuestro devenir y es imposible no fantasear con ella y desear con todas nuestras fuerzas volverla a ver. Es ahí donde se produce un intenso batallar entre nuestros sentidos y nuestra conciencia. Podemos ceder o resistir, pero lo que sí es seguro es que esos momentos son los que nos hacen sentir vivos. En otras palabras el corazón necesita nunca dejar de amar para no morir de aburrimiento