jueves, 15 de octubre de 2009

¿EXISTE EL AMOR PURO?


Cuando escucho lamentarse a la gente sobre a la ambivalencia afectiva de sus parejas, (“es dulce, pero a veces reacciona agresivamente”) constato que los sentimientos y las emociones, cuando son intensos, no afloran químicamente puros. Sucede que todos son parte de en un vendaval que arrastra, no sólo la más sublime ternura, sino también los miedos, rabias, frustraciones y otros más que han sido reprimidos mientras la pasión amorosa no existía. Y es que el corazón o el inconsciente (depende del cristal con que se mire) es un depósito que no distingue emociones y sentimientos buenos o malos. Todo lo mantiene latente, esperando la oportunidad para salir y lo hace a torrentes antes que la razón nos haga saber que hemos lastimado al ser querido. Esto, porque el mundo afectivo es más antiguo y por lo tanto más veloz que el racional. Para ser esquemático y riguroso, existen en nosotros tres tipos de cerebros. El neo cortex o cerebro superior donde se almacena la razón, los conocimientos y los valores. Luego, el meso cortex o cerebro intermedio, donde se almacenan precisamente las emociones y sentimientos, y el paleo cortex (cerebro antiguo), también llamado cerebro reptiliano, donde se encuentran los más primarios instintos como la agresividad. Este último por tener millones de años de existencia, es el más veloz y, aunque ahí se guardan los instintos de supervivencia, es como la bestia que debemos aprender a domar nosotros mismos. Le sigue en velocidad el meso cortex. Ello explica la rapidez de nuestras reacciones emocionales, mucho más veloces que el control racional y moral, el más reciente lento y lento de todos. Lo anterior implica que uno de las aspiraciones humanas y de todo sistema educativo, debe ser ejercitar y fortalecer nuestro neo cortex, pero ese es otro tema. Por ahora básteme reflexionar sobre el enamoramiento, un fenómeno que por su fuerza, se convierte en una válvula por la que aprovechan para fugar emociones y sentimientos positivos y negativos. Esto explica que, junto al más tierno y noble amor, también surja el más nocivo egoísmo, así como los miedos e inseguridades, manifestadas en celos y deseos de dominar al ser querido, vulnerando su esencial libertad. Por ello la inteligencia emocional, en resumen consiste en aprender a controlar nuestras emociones, potenciando las positivas (sosiego, alegría, amor desinteresado, etc.) y dominar las negativas (furia, odio, tristezas, etc.) porque hacen daño a los seres queridos y nos degradan a nosotros mismos. He expresado algunas ideas con relativa fluidez, pero definitivamente, como todo en la vida, es mucho más fácil escribirlas que practicarlas.

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