martes, 26 de enero de 2010

VINDICACIÓN DE LA MUJER FATAL

Busco un atributo cuya sola y única pertenencia haga irresistible a una mujer. La dulzura no lo es, mi abuelita, a sus años, es muy dulce, pero está lejos de erizar mi piel. La ternura tampoco, mi mamá me inspira la más sublime ternura, pero nunca la veneración que siento por ella se convertiría en deseo ¿La sensibilidad? No lo creo, tengo una amiga que derrama lágrimas de embeleso ante una puesta de sol, pero nunca me la llevaría a la cama. ¿La simetría facial? (definición técnica de la belleza física). No es suficiente. Conocí a una chica de ascendencia nórdica. Tenía los más bellos ojos azules y diez rasgos de ese tipo. No obstante, no llegué a enamorarme de ella (y ella menos de mí).He mencionado las más elevadas o selectas cualidades sólo para descartarlas. Ahora, es verdad que la combinación de todas ellas vuelve sobradamente irresistible a una mujer. Sin embargo, insisto que se trata de una sola cuantía que logre este propósito. Pues, si hay una. La sensualidad ¡Eureka! No está demás aclarar que se trata una subjetiva y arbitraria opinión a la cual trataré de darle fuerza. Comenzaré afirmando que la sensualidad es una combinación de cosas. “Así cualquiera”, dirán. ¡Un momento! ¿Acaso la dulzura no es una mirada, mas una sonrisa, más una voz, más unas palabras, o unos silencios, y otros gestos más? Igual las otras virtudes mencionadas. ¿Dónde está la ventaja seductora de la sensualidad?Primero diré que puede ser considerado como tal. Unos labios carnosos semiabiertos que besan sin tocar, una mirada penetrante que destroza tus defensas, una sonrisa insinuante, una voz que se convierte en susurro, etc., etc. Ahora ¿Por qué esos encantos embriagan a un hombre? Se trata de un asunto de hormonas que alteran la dinámica corporal. El corazón se acelera, las manos sudan, la voz se entrecorta, las piernas tiemblan y, tal vez lo más claro, es que sentimos que podemos mandar todo al diablo por tener a esa mujer. La mitad de los hombres caen ante una que posea estos encantos y la otra mitad se arrepentirá de haberse resistido. Evidentemente estoy situado en un plano ajeno a la ética y a los indispensables valores que implican la superación integral, la propia felicidad y son inherentes a nuestra condición humana. Pues todo amigos, tiene su precio. Poseer a una mujer sensual significa caminar sobre una delgada cuerda, con la pasión en un extremo, el sufrimiento en el otro y la muerte esperando a que resbales de la cuerda. No en vano una mujer sensual que se respete, será también UNA MUJER FATAL

NOM BLANDES - WHAT ` S UP (1992)

Excelente canción de esta banda de rock alternativo. Enérgica y sin dejar de ser melódica, la guitarra complementa a la perfección el virtuosismo melancólico de la potente voz de esta nena que, como un rayo, apunta a nuestro corazón y nos deja totalmente estremecidos. Algo de la letra para meternos en este tema
Veinticinco años y mi vida no ha variado
Estoy tratando de llegar
hasta la colina grande de esperanza
Para un destino
Me di cuenta rápidamente cuando supe
que tenía que hacer algo.
Que el mundo fue hecho para ser
Hermandad del hombre
Porque todo lo que eso significa
hace que a veces llore,cuando
estoy acostado en la cama
Sólo para obtener todo lo que está en mi cabeza
Y yo, me siento un poco singular
Disfrutemos del tema http://www.youtube.com/watch?v=ZwCt0YQPn7g

lunes, 25 de enero de 2010

MARILYN


Por MANUEL VICENT (Una Pluma inalcansable) Tomado de El Pais de España
Nora Barnacle, la mujer de James Joyce, nació en Galway, una ciudad asomada a los acantilados del oeste de Irlanda. En su casa convertida en un pequeño museo, entre otras tarjetas, folletos y carteles de recuerdo los visitantes pueden comprar una foto de Marilyn Monroe leyendo el Ulises, la más intrincada cumbre de la literatura universal. La foto está hecha en Long Island, Nueva York, en 1954. Marilyn aparece sentada en un tobogán de la playa, en un traje de baño explosivo, con los labios entreabiertos, embebida en la lectura, con la mirada de miope un poco perdida en la página. Tiene el pesado volumen de tapas duras apoyado en las rodillas, abierto por el último capítulo en el que Molly Bloom a altas horas de la madrugada, mientras espera a su marido en la cama, libera toda suerte de pensamientos obscenos en el famoso monólogo interior. Por la expresión de su rostro se nota que Marilyn ni entiende lo que lee ni le importa nada lo que le pasa a esa mujer. En el momento en que se hizo esta foto Marilyn estaba enamorada de Arthur Miller, con el que ya vivía una pasión clandestina. No creo que este dramaturgo la forzara a leer el Ulises de Joyce, una cima tan difícil de escalar, para medir el nivel de su inteligencia. Parece más bien que la propia Marilyn se hubiera impuesto el reto de llegar hasta el final del libro para demostrar que era capaz de realizar semejante hazaña, bien por amor o por hambre desordenada de cultura. El sacrificio de leer el Ulises de Joyce, sin importarle nada, sólo tenía sentido como inmolación ante aquel amante al que creía superior, pero Marilyn sabía de la vida más que Joyce, más que Molly Bloom y más que el propio Miller. Fue una niña abandonada por su madre, una adolescente violada, una chica de calendario para camioneros, que pasó de los brazos del bruto y celoso héroe nacional Joe di Maggio a los de Arthur Miller, un judío intelectual neoyorquino, convertida siempre en pieza de caza mayor, para acabar zarandeada por dos ciervos de catorce puntas de la familia Kennedy hasta la muerte. En esta tarjeta postal Marilyn parece dispuesta a sorber todo el fluido interior de Molly Bloom que arrastra grumos lascivos de su subconsciente abierto a un sexo cenagoso. No obstante, a Marilyn se la ve pura, perdida, transparente, sometida a una prueba inútil: tener que leer el Ulises de Joyce para presentarse ante el amante intelectual con la lección aprendida, cuando ella se la sabía de memoria sin literatura simplemente por haberla vivido.

martes, 19 de enero de 2010

LAS CHICAS DEL MERCADO

Me gusta ir al mercado para mirar a las chicas que trabajan atendiendo en los puestos. Con su atuendo breve o ajustado se esfuerzan por atraer a los potenciales compradores. Basta que mires sus productos para que, con una sonrisa, te digan: “Ven amiguito, sin ningún compromiso”. Si te detienes, puedes conversar brevemente con ellas y sacarles su número de celular, porque eso sí, no pueden tener un sol en el bolsillo, pero nunca les faltará el   indispensable móvil. Casi todas provienen de las barriadas y ganan un sueldo de explotación. Están ahí hasta conseguir algo mejor. Por ello no es novedad que cada semana encuentres algunas nuevas, y extrañes a otras ya  ausentes. Su exuberancia  y su sonrisa son sus mejores cartas de presentación para acceder a un trabajo mejor. Aquí no cuentan los grados académicos, ni el currículum vitae. En ellas se observa una forma de ascenso sólo estético y sensual. Las no agraciadas están excluidas desde el comienzo. Únicamente las bonitas son contratadas. Algunas terminan cómodamente casadas y suben de estatus. Otras - las más bellas y vulnerables - dejarán su juventud en algún burdel con careta de bar. Claro que una buena parte de ellas (las emprendedoras) ahorran para estudiar, o hacerse de su propio puesto de mercadería. Qué duda cabe, el sistema convierte a estas chiquillas en objetos de adorno, en anzuelos para atraer clientes. Expresan la cosificación de la mujer en función a su belleza física. Sin embargo es inevitable embelesarse con su fresca juventud. Quizá el milenario cazador de las cavernas que habita en nosotros intenta despertarse, pero toda esa pulsión es sublimada para aflorar en relatos como éste. Por ello, seguiré acudiendo al mercado...

jueves, 14 de enero de 2010

LA INOCENTE PRIMA

Éramos primos de segundo grado y ambos teníamos doce años. Vivíamos aquella etapa donde se anhela ser grande - así como de adultos queremos volver a ser niños -. Fue sin duda mi primer amor, pues a esa edad importa mucho más el fuerte latido del corazón que que las declaraciones o formalidades. Pasaba todos los veranos en mi casa de campo (que era la única casa que tenía) y cada partida suya fue la reiterada tragedia de mi niñez. Todas las mañana (y todas las tardes también) la esperaba en el granero simulando dormir sobre los sacos de maíz donde ella trepaba traviesamente a fastidiarme. Hasta que finalmente la atrapaba y abrazados rodábamos regocijadamente. Nunca hubo besos ni caricias, sólo nuestros púberes cuerpos compartiendo su calor encima de las ropas. Su mal disimulada risa de niña (ella también quería ser mujer) fue la más grande felicidad en esa etapa donde los regaños de los padres echan a perder todo. Esos inolvidables instantes en el granero eran la secreta cúspide de libertad que nos regaló la infancia. Nunca contamos a nadie nuestro audaz secreto. Pase mucho tiempo sin verla, y con motivo de su quinceañero la volví a encontrar, pero algo muy hondo habíamos perdido. Ella había descubierto el manto gris de la culpa y yo el de la vergüenza. Hoy, después de más de veinte años comparto uno de los más dulces recuerdos que la prima me regaló en ese inolvidable granero de mi casa de campo (la única casa que tenía)...

domingo, 10 de enero de 2010

APRENDIENDO A CONQUISTAR


Hay una tendencia, casi siempre inconfesable, de comparar a tu pareja con la de tus amigos. Si sales "ganando" no habrá mayor problema, pero si no es así la mayor parte de las veces no podrás vencer tus deseos de despojarlo (siquiera imaginariamente) de aquello que consideras merecer más que él. Las mujeres en cambio, mucho más observadoras e intuitivas, inmediatamente saben cuando han despertado el interés de un hombre. Si el galán les resulta atractivo utilizarán sus mejores armas de fascinación, sino a lo mucho serán gentiles. La mujer es más refinada, pero efectiva, para seducir. Su estrategia está hecha de gestos a los que el varón no puede resistirse. Una mirada furtiva, una sonrisa que se diluye en los labios, un caminar insinuante. Un acto provocativo y desafiante es hacerle cariños a su pareja sólo para hacer provocar. “Te mueres por tener lo que él tiene” parecen decir atormentado más al pretendiente que comienza a sentirse perdedor. Esa es la palabra clave. A ningún hombre le gusta perder cuando de mujeres se trata. Los más torpes resolverán el asunto (su envidia) con una tirria al afortunado. Los más diestros, iniciarán todo un ritual de conquista dotado de paciencia y perseverancia. Se trata de que la musa tenga claras las intensiones del conquistador, pero su pareja no. Por ello debe combinarse respeto con finas atenciones que toquen la sensibilidad de la “Julieta”. Algunos tienen todo un libreto ya aprendido y repetido a la saciedad. Palabras como: “Supongo que te has dado cuenta como sobresales entre todas las invitadas”, o, “De quién heredaste esa hermosa sonrisa”, son parte de estos guiones. Sin embargo, además de los cumplidos, pocos hombres conocen la efectividad de escucharlas con interés, antes que hablar y hablar. La clave es descubrir un tema que  la apasione, para hacerle las más interesantes y oportunas preguntas. Ahondar en sus conocimientos y celebrar sus ocurrencias garantizan el puente de confianza a través del cual se llegará a su corazón. Se trata de conducirlas desde la risa regocijada hacía la ternura femenina que se alimenta de sus recuerdos y sueños infantiles. Logrado esto ya se habrá asegurado por lo menos un ansiado beso. ¿Parece fácil no? Sin embargo sólo la experiencia asegura el éxito, aunque sea (como dije líneas arriba) en el mundo de la fantasía...

viernes, 8 de enero de 2010

CRISIS DEL AUTO EXILIO

A estas alturas de la vida y quizá demasiado tarde, he descubierto que perder amigos y amigas es uno de mis peores defectos. He asumido erróneamente que la amistad fluye naturalmente y que no es necesario hacer llamadas, indagar cumpleaños para saludar, asistir a reencuentros, ir a misas, visitar, etc., etc. De esta forma me he ido quedando sin amistades, al punto de ser arañado por aquel tipo de exilio donde no hay nadie con quien tomar un café. Refugiado en la literatura o en la música he creído compensar la falta del calor humano que sólo brindan las personas que me han conocido algo, y yo a ellas. Estúpidamente he pensado que escribir cosas publicables basta para tener la atención permanente de los seres que un día me quisieron. En mi egocéntrico estilo selectivo y presumido de platicar sólo sobre temas “interesantes”, he perdido la espontaneidad de un diálogo coloquial, por ejemplo, sobre el casamiento de la ex compañera más linda de clase. Seguramente mi intelecto ha crecido, pero mis afectos amicales se han empobrecido patéticamente. Luego el infantil orgullo de que no tomar la iniciativa hasta que el otro lo haga o incluso una broma fuera de lugar y el no valor para pedir disculpas, han contribuido a esta orfandad que crece y crece. Y así me encuentro cada noche sentado ante el computador sin que el celular suene trayendo un mensaje que sea una caricia para mi alma siempre amenazada por los vacíos. Mi vida transcurre más en el mundo de las fantasías (y también de las pesadillas), antes que entre las risas y abrazos de aquellos con quienes compartí gratos momentos. No sé cuanto pueda resistir. Desconozco si prescindir del contacto humano acrecentará mi desosiego. Al menos estoy empezando a vislumbrar que algo anda mal y necesita mi urgente atención. Por lo pronto ya me convencí que estoy a millas de Alfredo Bryce a quien le bastaba escribir para que lo quieran. La otra posibilidad es que, penosamente, carezco – ojalá sea sólo por ahora - del estoicismo que me permita hacer de la soledad la dulce paz donde la comunión con uno mismo es perfecta. A PROPÓSITO DEL TEMA, ESCUCHEMOS AL MAESTRO ALBERTO CORTEZ http://www.youtube.com/watch?v=hjfH2oNsa34

lunes, 4 de enero de 2010

PIES DIVINOS


Me extasío contemplando tus pies blancos y perfectos donde resaltan esas uñas escarlata magníficamente cuidadas. Los recorro con mis labios suavemente como en una sacra ceremonia. Todo en ellos es sensualidad. Su reluciencia y su delicada tersura. Sus pliegues parecen hechos para la delicia táctil e invitan a que mi boca se embriague en su divino recorrido. Voy jugueteando con cada uno de sus pequeños dedos y no quiero separarme nunca de ellos. Esos son tus pies, aquellos que cuidas amorosamente para ofrendármelos y son deleitable antesala, para luego entregarnos por completo al embelesamiento de nuestros cuerpos. Ellos me conocen y se muestran ansiosos por liberarse de sus primorosos zapatitos y correr hacía mi. Nunca ocultes esos pies, ni siquiera en el gélido clima de Siberia. Morirían de tristeza igual que mueren las flores cuando las cubres por completo del sol. Son criaturas risueñas e inquietas. Nadie los volverá a descubrir y mimar como yo...
Pienso que la mayoría de los hombres son elementales y no conocen de exquisiteces. No cultivan su sensibilidad ni su sentido estético. Como los cuadrúpedos, sólo conocen y acometen sobre la entrepierna y efímeramente obedecen a sus impulsos más primarios sin preguntarse si dan felicidad como la que reciben. A ellos les digo. La mujer es un manantial de belleza, por ello dulce mujer tus pies son una de las fuentes en la cuales olvido mis pesares y me entrego por completo al misticismo del amor...