viernes, 29 de julio de 2011

EL HECHIZO DEL ARCO IRIS

Miro a través de las pupilas de un arco iris, justo antes de que una llovizna te haga acurrucarte en mi hombro. Puedo ver los siete colores reflejados en tu cabello, como cisnes en un lago marcado por la etérea mirada de Dios. Vuelves tus ojos hacia mi rostro y tus labios se entreabren...para decir que la tarde es bella y te recuerda felices momentos. Retomamos la marcha por calles pobladas de edificios y automóviles. No tenemos prisa por llegar al sacrosanto lecho. Sentir tu cabello húmedo es suficiente privilegio para mi soledad apenas disimulada por mis lentes oscuros. Juego con tu pulgar y mi hemisferio parietal sonríe con dulzura.

Reparo que Benedetti tenía razón cuando decía que la felicidad no estaba en las piedras preciosas de las aguas, sino en los reflejos del sol en las rocas que brillaban en el fondo del lago. Te vuelvo a mirar. No me aventuro a besarte por temor a romper el hechizo de esta profética tarde. Quiero abrazar un éxtasis visual y táctil. Que el encanto de tu cabello en mi rostro y del arco iris en mis ojos se perennice en mi memoria como un paisaje de Van Gogh en un nostálgico atardecer.

Llegamos al lecho de amor. Me miras, te miro, y con una cómplice sincronicidad, nuestros pasos vuelven a recorrer el camino de los siete colores, como si temieran que el milagro se disipe. Ya casi cae la noche. El frío desenvuelve sus brazos. La oscuridad complota. El lecho implora por nosotros. Nos detenemos miramos las estrellas. Apenas rozamos nuestros labios y buscamos nuevamente el refugio del cielo, como si Dios en él nos señalara el camino...

2 comentarios:

Kyria dijo...

Que lindo, dulce, tierno y profundo se siente cuando lo lees

Billy Crisanto Seminario dijo...

Gracias Kyria, tus palabras emocionan...