sábado, 30 de julio de 2011

¿QUÉ DIRÁN LOS DEMÁS?


Quizá nuestra condición humana sea depender siempre de alguien o de algo. Al momento de nacer dependemos de quien nos da la vida. Cuando nos vamos de este mundo dependemos de quien nos sepulta. Incluso nos impusieron una dependencia superior, la de Dios. Significa entonces qué la libertad es una ficción absoluta. Qué el libre albedrío funciona siempre y cuando nos orientemos hacia lo "correcto".
Pienso ahora en dos hechos supremos que nos permiten tocar, o siquiera acercarnos, a la libertad. El primero es el suicidio porque significa decidir sobre lo más valioso de uno mismo que es la vida. El segundo es el amor, pero no ese amor propiciado y aprobado por los demás, sino aquel que desafía todos los convencionalismos y las correcciones sociales.
Envidio a las venerables parejas de ancianos que logran mantenerse unidos felices hasta la muerte, pero más admiro a las parejas que se enfrentan a la crítica y a la desaprobación general. Esos amores, como los que relataba Flaubert, con un final trágico, pero con una vida heroica, pues se elevaban en medio del conformismo y de la falsa moral.
Quiero ser generoso y no quiero lastimar a nadie, pero por propia convicción, y no porque los demás están al acecho de verme apartar de la senda de la "corrección".
Quiero hacer el bien y sentirme en paz con mi conciencia, pero no por el orgullo de imponer mi parecer, sino porque cuando me mire al espejo pueda decir. "Lo hice porque estaba convencido que era lo mejor" y no porque la sociedad me aplaudió. Quiero morir siquiera con una sola lección para mi hijo que ahora me contempla escribir. Dylan Axel. "Siempre has lo que te haga sentir bien, no porque los demás te lo dicen, sino porque constatas que tus acciones te hacen mejor ser humano...

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