sábado, 5 de abril de 2014

ADICTO A LOS AMORES ESTOICOS

El cielo nublado cubre mis noches, mientras te busco para restablecerme de la temprana frustración. Esa que marcó con hierro candente el final de la inocencia...
Era casi al clausurar la primaria, cuando me dijiste: “eres muy niño para mí”, y los muchachos que lo escucharon rieron toda la tarde. Sin querer instauraste en mí ese mismo desamor que me haría poeta (aún en el iluso mundo de la fantasía). La rabia y el llanto me dijeron esa noche que la belleza tiene el precio del dolor. No alcancé a comprender esa crueldad para conmigo, pero ahora lo tengo claro. Era tu mártir misión enseñarme que el camino hacia la dicha no está poblado de rosas. Incluso alcanzo a visualizarte triste por haberme lastimado arteramente, sin comprender que ese fue también tu inexorable destino...
Y así, adicto a la belleza y a los amores estoicos, mi pluma fue aprendiendo el arte de escribir a las diosas que llegan para hacerse amar y luego marcharse…
Y ahora estoy repitiendo la historia. Reactualizando el tiempo contigo, luciérnaga de la penumbra de mi nostalgia. Volviendo a adorarte a ti, amor estoico. Resistiendo el dolor de tu beldad. Condenado o bendecido a perseguir esa ternura incandescente. Aquella que lastima un poco, pero crece inmensurablemente en las tardes de ocaso o en las noches de estrellas juguetonas… 
Pero sé que no vendrás, pues tus cálidas caricias exigen duras renuncias y dolorosas pérdidas. No es acaso que las almas se entienden al margen de nuestras voluntades. ¿Por qué, como dice la gente, no es suficiente con amar?
 

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