sábado, 5 de abril de 2014

EL VESTlDlTO BLANCO



Él besó su vestido de blanca seda en la parte que da justo al pubis. Lo hizo con la más tierna devoción y también con emocionada gratitud. No había ningún halo de malicia. Apenas tenía trece y ella quince. Mientras se embriagaba con el angelical aroma de la nívea seda del vestido, experimentó la más profunda y abstracta elevación mística. Ansiaba quedarse a vivir ahí para siempre, embelesado en ese paraíso donde desaparecían los miedos y las culpas. Sintió detenerse el tiempo, y ni siquiera se percató de las manos de ella, que acariciando su cabello, le decía que debía irse. Tuvo que tomarle el rostro suavemente, y de paso alcanzar a ver las lágrimas en sus ojos rojos. Luego sintió que su fino vestido también estaba humedecido, pero no sólo de lágrimas. Entre avergonzada y feliz, se marchó a su casa y besó dulcemente el vestidito en la parte húmeda. El se lavó la cara en un caño y tuvo la hiriente sensación que ya nunca volvería a ese cielo de esa idílica inocencia. De ese entonces le viene la obsesión por el color blanco en la ropa femenina. Pero eso es poco, de ese entonces también le vienen las ganas de llorar cuando ve a una chica con vestido de seda blanca...

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