martes, 21 de octubre de 2008

LOS HOTELES SIN AMOR

Para los solitarios (de sensación y no de circunstancia) las habitaciones de hotel  sin una angelical compañía, suelen ser lúgubres y deprimentes. Nunca el lujo o el confort remplazarán a la voz suave y ardiente del ser amado.  Recuerdo – lo declaro con honda nostalgia – haber sido sorprendido maravillosamente por el alba, después de, toda una noche intercalando momentos de ternura, de pasión, y de embelesadas risas. Hasta hoy suelo despertarme algunas madrugadas sintiendo la ausencia de esa piel suave y ardiente que me dio noches de poético delirio. Ni las exóticas alfombras, ni las finas sábanas de exclusivos hoteles, han colmado mi melancólica ansiedad por su celestial presencia. Evidentemente no se trata de sexo (en todas las ciudades se puede comprar), sino de experimentar el estremecimiento (en retrospectiva) de tocar las cumbres de la felicidad, y de la aflicción porque esos momentos siempre serán efímeros e insuficientes. Cuando ya no se es tan joven, desaparecidas las urgencias y las culpas, se puede saborear y atesorar cada segundo de amor para convertirlo en sublime recuerdo. No obstante, cada vivencia (los labios y las caricias de una diosa) será irremplazable e  hirientemente anhelado hasta la eternidad,  y de ellas brotarán lastimeros y tiernos recuerdos que ahora trato de trasmitir...

No hay comentarios: