lunes, 13 de octubre de 2008

SUBLIMACIÓN DE UNA AMANTE

En el mundo de nuestros afectos lo cuantitativo se torna cualitativo. El enigma de nuestro amor puede descender al abismo de la pragmática superficialidad, o elevarse la cima de nuestra apasionada profundidad. De jóvenes casi todos somos lo segundo, pero llegada la adultez, nuestro corazón se enfría y la poética ensoñación da paso a la resignada repetición.
“Poner los pies en la tierra” es la expresión más patética del abatimiento de nuestro paraíso de quimeras y es también el pasaporte a la poquedad y a la resignación. El hombre ha inventado las celebraciones externas, con su artificialidad y enajenación para regresar a ese mundo que no se atreve a vivir. Por ello, no es extraño escuchar a los ebrios decir cuanto “quieren” a los suyos, para retornar al otro día a la resaca de la mezquindad amorosa. No obstante, la luminosidad afectiva no muere y suele despertar ante la ternura de un repentino ser alado, casi siempre ajeno o tardío. Esa mujer que te hace recordar que aún es posible vivir con intensidad la han "bautizado" como amante. Lejos de ennoblecerla,  la “sociedad” (promotora de los conformismos) ha estigmatizado a estos ángeles, cuando su único pecado es salvarnos de la mediocridad. Podemos alzar vuelo en sus alas, pero el precio puede ser doloroso. Sólo si tienes el valor de asumir las consecuencias de tus actos entrégate al "prohibido" fuego de un nuevo amor. Mientras tanto (como yo), dale vida en tu imaginación y escribe cosas como ésta...

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