viernes, 10 de diciembre de 2010

EL TAXISTA LOCO

Hoy vino al presente una clara e intensa imagen del pasado. Serían las 7.45 pm de un domingo en la gran ciudad. Tenía ke regresar a Piura. Mi carro salía a las 8. De tanto amar, sólo me kedó tiempo para empacar y despedirme. Le pregunté a un taxista si llegaría en 10 minutos a la agencia. Fue honesto y me dijo ke era imposible. Otro en cambio me dijo ke llegaba en 9 minutos. Ya casi resignado a perder mi viaje, subí. No conté ke este taxista era un "meteoro". Tomó la Javier Prado casi volando, luego aceleró más en la vía expresa. Pasaba a los otros carros como en las persecusiones de películas. Tenía miedo y estuve a punto de decirle ke vaya despacio, pero pensé que tendría ke ir a "Fiori" para poder viajar. Cumplió su palabra el tipo. Ya el omnibus estaba cerrando la puerta cuando subí. Lo ke sigue es típico de las varias despedidas ke viví en akella época. Mensajes lastimeros. Las luces de los cerros aledaños a la gran ciudad parecían estrellitas, pero me llenaban de nostalgia. Hubo otros viajes de ida y regreso, pero esa es otra historia y el taxista loco...No lo volvía a ver...

lunes, 23 de agosto de 2010

SHANINA Y LA LUNA (Parte IV)

El capítulo anterior terminaba con Shanina tomando el vuelo más confundida que nunca. Resulta que Kill Bill no se había resignado a separarse de ella. Había comprado dos boletos en lugar de uno y ahora volaban juntos rumbo a Lima. Ella al comienzo pensaba que era una locura, pues las cosas se complicarían. - Confía en mí - fueron las palabras de Bill – Tú tranquilidad es algo que cautelaré de forma sagrada – le dijo mientras la abrazaba. Ella también lo abrazó fuertemente, mientras le ofrecía sus labios de diosa. Fue el viaje más maravilloso del mundo. Él no se cansaba de acariciar su cabello mientras aspiraba su aroma a champú de fresas. Besaba su cuello con delirio porque ansiaba conservar dentro de sí ese perfume que tanto lo enloquecía. En realidad todo lo de ella lo hacía perder el control. Su mirada traviesa y sobre todo esos labios que no quería dejar de besar nunca. Ella se acurrucaba contra su pecho sintiéndose tiernamente protegida y esperando que ese momento nunca termine. Le guiaba sus manos por toda su piel mientras una especie de electricidad estremecía su cuerpo. Sus labios, rojos de tanto besarse, seguían buscándose de la misma manera en que el sediento busca el agua. Inventaron mil formas de unir sus bocas. Unas tiernas y suaves y otras tan ardientes que no tenían miedo lastimarse. En esos momentos hubiesen querido que el avión no aterrice y diera una vuelta completa a la tierra para seguir amándose, pero sabían que se acercaban al aeropuerto. La inevitable pregunta fue pronunciada por ella. - ¿Y qué harás ahora? – le dijo mientras se aferraba a sus manos – Te prometí que todo saldría bien y lo cumpliré. Todo está planificado – respondió rozando su nariz con la de ella como lo hacen los esquimales. Por fin llegaron al aeropuerto. Descendieron del avión. Él le pidió acompañarla hasta su casa, pues quería disfrutar los últimos minutos a su lado. Siguieron besándose como locos sin importarles la gente, hasta que llegaron a su casa. Le dijeron al taxista estacionarse dos cuadras antes, y llegó el momento de la despedida. Se abrazaron fuertemente intentando fundirse en un solo ser para no separarse nunca. Pero el destino era de acero y el debía volver. Le mostró su boleto de regreso para ese día y ella no pudo evitar que las lágrimas surcaran su rostro. – No llores vida mía – le dijo él mientras la estrechaba contra su pecho y besaba su cabello. – Me has dado la felicidad más grande del mundo en estos días y ten la seguridad que esta despedida no es definitiva – Ella levantó su carita con curiosidad y después de besarlo, escucho las últimas palabras de Kill que se tatuaron en el corazón. – No creo que Dios o la vida sean tan mezquinos que nos nieguen la oportunidad de volvernos a ver. ¡Ten fe mi cielo, el amor lo puede todo! – Se abrazaron por última vez. Él le dijo al taxista que lo conduzca de nuevo al aeropuerto. Después de los maravillosos momentos en la playa y en el vuelo, Shanina y Kill Bill sólo se encontraban virtualmente. Cada noche platicaban, reían, se alegraban, y también a veces se entristecían o molestaban, pero les duraba poco. De esta manera la soledad fue una cosa del pasado para ambos. Sólo amenazaba cuando no podían conectarse al internet o al celular, cosa que rara vez ocurría. Tanto se iban sintonizando sus deseos de sentirse juntos que ya no era necesario concertar una cita “virtual”, dado que casi siempre ambos coincidían. También ambos fueron olvidando a sus parejas, y aquí haré una breve reflexión. La naturaleza del amor se concreta cuando pensamos y deseamos a otra persona todo el tiempo del mundo, y eso precisamente, sentían Shanina y Kill. Contrariamente, las personas a las que formalmente estaban unidos, no suscitaban la milésima parte de la emoción que sentían cuando se encontraban en el chat, cuando pensaban el uno en el otro, o se deseaban, o se soñaban. No hay que olvidar que dos almas ensoñadoras como las suyas le daba magia a cada momento. De esta manera cuando ella contemplaba el cuadro de la luna pintada por su amigo, alcanzaba a ver los ojos de Bill en el cuadro. Él también percibía la sonrisa de ella cuando absortamente se quedaba contemplando las estrellas. Pero aún faltaba algo bello. Un pequeño ser fue creciendo dentro de Shanina. Era hijo de Bill como podrán suponerlo. No obstante opinarán con sentido común que los embarazos virtuales o telepáticos no existen. Es verdad, aún no existen y quizá debieran existir. Pero el hecho es que el bebé fue creado en aquella noche de amor en la playa cuando ella viajó para encontrarse con él. Cada día sentía como su vientre crecía y era tanta la emoción que no pudo esperar que nazca para ponerle un nombre. Conjuntamente con Bill le pusieron Ángel Rafael. El primer nombre no necesita mayor explicación, pues estaba llamado a cuidar del amor de ambos. El segundo nombre era el complemento del primero porque Rafael significa “El resplandor de Dios que cura”. Shanina alumbró al amanecer de un día con un sol radiante. Parecía que hasta la naturaleza saludaba al pequeño Ángel Rafael que vino al mundo lindo y robusto. Había heredado los bellos ojos de su mamá y parecía sonreír cuando miraba. De Bill al parecer iba a tener la voz, pues lloraba que casi ensordecía cuando quería tomar su leche. La mamá no podía evitar lágrimas de emoción cuando lo alimentaba. Era el más grande tesoro que había recibido del cielo. Lo colmaba tanto de besos que el pequeño no quería separarse de ella en ningún momento. Mientras tanto Bill preparaba maletas para viajar a conocer a su retoño. Ya había ideado todo un plan para no causar el menor problema. Moría de ganas de tener entre sus brazos al pequeño y a su mamá y colmarlos de besos. La felicidad que lo embargaba hacía que los inminentes problemas que afrontaría, fueran mínimos.

lunes, 2 de agosto de 2010

SHANINA Y LA LUNA (Parte III)

Hay una escena memorable en la película Casablanca. Humphrey Bogart abraza amorosamente a Ingrid Bergman. Ella está angustiada ante la disyuntiva de seguir los dictados de su corazón y quedarse con Rick (Bogart), o ser fiel a su esposo Victor Laszlo hacia quien siente la más elevada gratitud. Es entonces cuando Bogart pronuncia estas célebres palabras: “Confía en mí, Deja que yo piense por los dos”. Kill Bill quiso emular a su actor favorito cuando Shanina le dijo que debía optar entre dejarse llevar por su amor hacía él, o intentar, una vez más, salvar su matrimonio. Lo último suponía perdonar la infidelidad de Carlos (su esposo) a quien aún amaba, y así después no arrepentirse de no haber agotado los intentos. Kill Bill sabe que en esta historia alguien tiene que perder. Es consciente que llegará el día en que Shanina tendrá que decidir entre materializar su idílico e etéreo amor, o volver con Carlos y reconstruir su vida. Decide entonces apelar al altruismo que todos llevamos dentro y dejar que su amada regrese con Carlos. Sabe que puede perderla para siempre y sumirse en el dolor, pero también sabe que es peor vivir con algún remordimiento en el futuro. Ella, por su parte no quiere perderlo para siempre. Siente que algo nuevo y hermoso ha florecido en su corazón y se resiste a renunciar a él. Nada es totalmente seguro, pero Kill Bill alcanza a ver que es muy probable que esté asistiendo a la despedida del más grande amor de su existencia. Por ello propone una despedida inolvidable. Uno de los dos viajará para encontrarse, conocerse personalmente, y luego decirse adiós. Será el más grandioso final, como aquellos de las películas que tanto le gustaban. Prepara las cosas minuciosamente para el encuentro. Será un fin de semana de playa teniendo al mar como romántico cómplice. Lo ultiman todo en sus citas finales en el facebook intentando mantener alejada la melancolía del adiós. Entre bromas, palabras de aliento, poemas y canciones se preparan para el gran evento, y llega el día. Él la espera en el aeropuerto sintiendo que su corazón va a estallar de emoción. La reconoce en cuanto baja del avión y por primera vez, y sin importarles la gente, se dan el prometido y postergado abrazo de bienvenida. Le entrega las rosas rojas que acaba de comprar y ella casi llorando de alegría lo abraza más. Les parece increíble estar por fin juntos. Caminan unas cuadras hasta tomar el bus que los llevarán a la playa. No sienten el trayecto del viaje de tanto conversar, reír y escuchar música que él ha grabado para ella. Arriban a la playa e inmediatamente se dirigen al hospedaje. Toman una refrescante ducha y se preparan para ir a contemplar el ocaso frente al mar. Llegan justo cuando el sol se refleja en el mar entre amarillo y naranja. Caminan embelesados por la arena dejando que el agua moje sus pies. Ella dice sentir frío y él la abraza tiernamente. Sienten que en ese momento sólo existen ellos dos y el mar. Casi pierden la noción de la realidad y sólo escuchan los latidos de su corazón acompañados por el relajante sonido de las olas. Se tumban en la arena cuando el sol casi agoniza en el horizonte. La brisa se torna fría y tienen que abrigarse aún más. Se estrechan fuertemente y sucede lo tantas veces vivido en la dimensión de la fantasía. Su piel se une casi desesperadamente, la mitad por el frío y la mitad por amor. Se besan, primero suavemente y luego casi con desesperación. La noche y la luna de Shanina más radiante que nunca, los encuentra entrelazados como si no quisieran que exista un espacio entre ellos. Se aproxima el sagrado momento de entregarse por completo y hacerse suyos el uno al otro. Es difícil describir estos instantes de tan elevada felicidad. Sólo diré que, mientras el mar cantaba para ellos, ninguna parte de su piel fue ajena a la más dulce y ardiente caricia que se pueden prodigar dos amantes. Era la primera vez que intimaban y sin embargo sus cuerpos se entendían tan perfectamente que no eran necesarias las palabras. Tan maravilloso era ese momento que por ratos sentían que sí existía el cielo, eso era lo que más se le podía parecer. Todo fue divino esa noche. Caminaron, rieron, volvieron a hacer el amor. Llegaron a la habitación del hotel comieron, bebieron champagne haciendo mil conjuros por tan maravilloso encuentro. Esa noche olvidaron el mundo. Se durmieron abrazados escuchando suave baladas, sin recordar que ella tenía que partir (a él le dolía decirlo) para intentar reiniciar su vida de casada. No relataré las cosas cotidianas o tramitarías del viaje de regreso. Sólo recordaré sus últimas palabras. Igual que en Casablanca, Shanina dijo que ya no deseaba separarse nunca más de él. Kill Bill le recordó que habían acordado que él sería quien piense lo mejor para los dos. Cumplamos lo pactado le enfatizó. Ve y otórgate la última oportunidad. ¿Y nosotros? Preguntó ella. Y al mejor estilo de Casablanca, él le respondió: “Para nosotros quedarán los recuerdos de la playa, eso nadie nos lo arrebatará”. Ella tomo el vuelo de regreso más triste y más confundida que nunca…

viernes, 30 de julio de 2010

SHANINA Y LA LUNA (Parte II)

Dicen que el internet tiende a deshumanizar a las personas. Que las aísla, pues la frialdad de una máquina jamás reemplazará al contacto directo y material. En fin, dicen tantas cosas malas del internet que Shanina comenzó a frecuentar ese mundo, más por solitaria curiosidad, que por una gran expectativa. Sin embargo, para su beneplácito conoció a otros solitarios, tristes o sumidos en el desamor como ella. Descubrió historias tan similares a la suya que también comenzó a escribir en el muro de su cuenta de Facebook. Pronto se sintió atrapada por los conmovedores testimonios de aquellos espíritus sensitivos y románticos que sintonizaban con su alma soñadora. Y lo descubrió a él. Se hacía llamar Kill Bill (como la película de Tarantino). Tenía la dosis exacta de inofensiva locura que en el fondo es infantil ternura (hasta riman), sólo entendida por almas sensibles como la suya. Pronto Shanina comenzó a llegar puntual a sus citas con su impredecible personaje del facebook. Antes de continuar debo enfatizar algo poco reparado por los adictos al mundo del Internet. Éste, como otros medios de comunicación genera otros universos paralelos. Lo que intento explicar es que mientras Kill Bill y Shanina chateaban, simultánea o posteriormente se entregaban totalmente al mundo de la fantasía. Él desde su biblioteca, y ella (con ropas muy sensuales) desde su acogedor lecho, digno de su anatomía de diosa. De esta forma, ambos dieron vida a un mundo tan real, por la fuerza y calor de sus sensaciones, como el que los demás conocen. Las noches de luna eran ahora acompañadas por sesiones de internet donde compartia inolvidables momentos con su inesperada alma gemela. Mientras sus dedos se desplazaban por el teclado y sus ojos por la pantalla, sus fantasías calentaban el frío invierno de la época. Nunca se habían saludado ni con un apretón de manos, pero en su imaginación ambos vivían un intenso romance con el cual fulminaban la distancia. Juntos se entregaban a un ritual de pasión y ternura. Ella experimentaba cosquilleos cuando él jugaba con sus cabellos embriagándose con su aroma una y otra vez. Luego se sentía atrapada entre sus brazos tan fuertemente en un idílico anhelo por fundirse uno en el otro. Sus corazones vibraban al unísono y sus labios se decían cuanto se amaban en su propio lenguaje. A estas alturas muchos dirán que ninguna emoción será igual a las que produce un encuentro personal y directo. Pues lo más seguro es que nunca han explorado el campo de la fantasía. Lo cierto es que se requiere contar con una exquisita sensibilidad para acceder a estas dimensiones. Y Shanina y Kill Bill sin duda la tenían. De tal manera que para ellos no era imprescindible la presencia física para amarse con tal impetuosidad que casi siempre terminaban agotados de tanta pasión y de tanta ternura. Y no se trataba de las experiencias de sexo virtual que ofrecen muchas webs como negocio. Lo que ellos vivían era mucho más íntimo y místico, pues involucraba todo su ser. Juntos se desvanecían y trasladaban a mundos donde la prueba de su realidad era la vehemente nitidez de sus sensaciones. Por ejemplo, para el común y corriente de las personas hacer el amor es frotar sus cuerpos hasta llegar al éxtasis. Para ellos hacer el amor era entregarse por completo a un ritual donde las tiernas palabras eran un susurro en sus oídos que escarapelaba su piel. Era contemplar sus ojos con la más dulce mirada y reír juguetonamente como niños. Sus cuerpos adquirían el caracter de divinos templos donde la soledad que antes perseguía sus vidas, se convertía en la más celestial comunión cuya belleza es imposible describir con palabras. Estos encuentros que eclipsaban la trivialidad de la vida cotidiana los esperaban cada noche, y cuándo por algún motivo no se suscitaban, precisaban compensarse con una llamada que prodigara su voz en el teléfono. Sus amigos o contactos en el Facebook solían leer frases de amor o vídeos musicales dedicados el uno para el otro. Pero esto era sólo la punta de un iceberg (de un volcán sería la palabra más apropiada) cuyos códigos sólo eran compartidos por ellos. Este ensoñador universo era por momentos la cima de toda su existencia. Sin embargo, como nada es perfecto, su continuidad requería de algo urgente que resolver…

miércoles, 28 de julio de 2010

SHANINA Y LA LUNA (Parte I)

"Nunca se lastima a quien se ama” eran las palabras que resonaban en la mente de Shanina y que no le permitían alcanzar el sosiego tan necesario en esos momentos. En efecto, tenía que pensar mucho y precisaba hacerlo con la mayor serenidad. Sintió ganas de hacer un repaso de su vida y remontarse a sus primeros años. Cuando nació su abuelo, el bohemio de la familia, le puso “La hija de la Luna” debido a esa dulce sonrisa que según él, “iluminaba hasta las noches más tenebrosas”. Un día (como todo el mundo), el abuelo se fue de este mundo y Shanina fue creciendo hasta convertirse en una inquieta adolescente. Sucedió una noche de verano, mientras descansaba en la terraza cuando reparó que mirar la luna le prodigaba una extraña paz que poco a poco se convertía en ensoñación. Incluso a veces llegaba a sentir una especie de trance que la arrancaba de la realidad y la llevaba a lugares y a momentos donde mirar el mar y caminar por la playa se convertían en sus instantes más dichosos. Fue en esa época en que reparó en el abuelo y en el oculto significado de llamarla “la hija de la luna”. Sin embargo, ella no era precisamente una chica extraña a ojos de sus amigas. Asistía a fiestas, bailaba, reía, cantaba, pero cuando todo terminaba y cada uno se marchaba, ella volvía a sentir la necesidad de mirar a la compañera luminosa que danzaba en el cielo. De no haber sido porque un admirador suyo le regaló una hermosa pintura de una noche de luna, quizá hubiese sentido la ansiedad de salir a buscarla, aún en las noches más nubladas. La contemplación incansable del cuadro compensaba su tribulación por la ausencia de la amada compañera de soledades. Llegó un tiempo en (como todo el mundo) conoció, se enamoró y se casó con el hombre con el que esperaba compartir toda su vida. El también la amaba y la llevó al altar tal como se lo había prometido. Varios meses de felicidad hacían prever que sus sueños se harían realidad. Pero la primavera no duro mucho. Él fue cambiado a trabajar a una sede de la empresa en el extranjero. Entre lágrimas y abrazos se despidieron, jurando comunicarse todos los días y prometiéndose fidelidad mutua. Funcionó durante unos meses, pero como saben los mayores (y el abuelo también lo sabía), la realidad no es tan perfecta como la fantasía y sucedió lo más temido Carlos, así se llamaba el esposo, comenzó a sentirse “sólo” en la distante ciudad donde fue destacado y cedió a los encantos de una chica pueblerina, quien mitigaba su “soledad”. El peligroso juego pronto tuvo sus consecuencias. No relataré las motivaciones ni las circunstancias de los hechos, pero lo real es que fruto de aquel amor vino al mundo, una pequeña criatura que inspiraba en Carlos sentimientos encontrados. Por un lado la ilusión de ver una nueva vida, sangre de su sangre, y por otro lado el remordimiento por no haber honrado su promesa de fidelidad. Mientras tanto Shanina soñaba con él y lo llamaba cada día, anhelando que también fuera parte del cuadro de la inmensa luna, pero pronto su intuición de mujer le hizo notar algo sospechoso en la voz de Carlos y la verdad se abrió paso. El shock emocional la dejó devastada. No podía asimilarlo, ni siquiera quería pensar en ello. Intentó mil formas de convencerse de que un desliz lo comete cualquiera y que lo importante era el amor. En esos avances y retrocesos divagaba cuando encontró en internet algo que llegó a sintonizar con su romántico temperamento, y poco a poco la luna comenzó a asomarse tímidamente….

domingo, 18 de julio de 2010

APAGABA LA MÚSICA CUANDO HACÍAMOS EL AMOR


Quienes me conocen saben de mi devoción por la música. Cuántas veces he cerrado los ojos para que los audífonos me transporten a mágicos universos de donde no he deseado volver. Por ello la siguiente confesión no está exenta de la innoble sensación que nos produce la ingratitud (hacia la música, fiel compañera). Hay quienes les agrada escuchar canciones suavecitas cuando hacen el amor. Yo prefería ser tocado por la celestial melodía de tus gemidos. De aquellos susurros que oscilaban entre la más angelical ternura y la más enloquecedora pasión. Estas entrecortadas palabras habían sido hechas para hacerme tocar el cielo, y hoy se empobrecen al escribirlas. Por ejemplo, sollozos como: ¡Te amo!, ¡Nunca me dejes!; o más aún ¡Soy toda tuya!, no eran frases para la semántica. Eran divinos dones que me ofrendabas con el más ardiente amor. Habían sido creadas para ti, pues sólo en tu boca despertaban emociones desbordadas de místico embelesamiento. No sólo eran aprehendidas por mis oídos, sino agitaban cada una de las células de mi deslumbrado ser. Y es que estaban férreamente ligadas a tu piel blanca, suave y ardiente. A tu dorado cabello cuya fragancia quería eternizar en mis sentidos. A tus labios rojos y humedecidos de ese néctar que me prodigabas con tanto amor. Por eso prefería el silencio para poder sentir todo lo que decías en  su indescriptible belleza. Disfrutar de tu voz en la plenitud de cada segundo. Embriagarme con ellas y tatuarlas en mi piel para evocarlas en estas noches de soledad. Como ahora que la nostalgia se confunde con el ansia de volver al paraíso de tus deliciosas palabras...

lunes, 21 de junio de 2010

LA HISTORIA DE ESTRELLITA

Cada semana suelo escribir sobre temas negativos, pues en una sociedad donde campea la corrupción, callar es hacerse cómplice de tanto ladrón de saco y corbata. Sin embargo hoy haremos un alto para contarles la historia de Estrellita, la sufrida niña de ayer y entusiasta profesional de hoy. Vivía feliz, plena de candor e inocencia dentro de una familia numerosa. Entre los muchos primos que frecuentaban la casa de su abuela, había uno con las desviaciones propias de quien, la falta de orientación y del buen ejemplo, fue reemplazada por la pornografía y los amigos maliciosos. Aprovechando una oportunidad de la despreocupada confianza que la familia le había prodigado, dio rienda suelta a sus primarios instintos. Estrellita conoció ese aciago día que la maldad más terrible se agazapa muchas veces dentro del propio hogar. Pues sabe que ahí cuenta con dos silencios a su favor. El temor de la víctima, y la complicidad de la familia que prefiere mantener la “reputación” pública, a costa de inmolar el dolor de una doncella. Los primeros meses fueron terribles para Estrellita. Su inocencia violentamente arrebatada la había sumido en el terror y el desconcierto. Pero nuestra valiente jovencita no se amilanó, y más bien tuvo claro que no permitiría que un desalmado trunque sus deseos de superación. Se preparó mucho e ingresó a la universidad donde se convirtió en una esforzada y responsable estudiante. Nadie habría imaginado que detrás de esa transparente sonrisa, moraba muy bien ocultada la secuela del evento que desgarró la alegría de su niñez. Un buen día, animada por una buena amiga, se decidió acudir a una psicóloga para tratar de arrancarse esa espina que de vez en cuando la atormentaba. Sesiones enteras de tratamiento rindieron su fruto y Estrellita logró irse liberando de los terribles sentimientos de rabia, dolor y culpa. Hoy es una ejemplar profesional y una de sus preocupaciones es cuidar a sus primas y sobrinas adolescentes para que no vivan su dolorosa experiencia. Esta historia no es tanto para las niñas o jóvenes vulnerables como lo fue Estrellita, quienes no suelen frecuentar lecturas como ésta. Es sobre todo para sus padres. Las estadísticas indican que el mayor número de violaciones son ejecutadas por miembros de la propia familia, quienes se cobijan en el temor de sus víctimas y en el silencio cómplice de los llamados a denunciar. Es lamentable que tantos de estos criminales queden impunes. Sin embargo es clave e indispensable la cautela y la orientación de padres y docentes, considerando que el mayor peligro se encuentra en el propio entorno familiar. Por mi parte, además de suscitar una necesaria reflexión, quiero tributar mi rendido homenaje a la niña llamada Estrellita que logró superar tan amargos momentos.

jueves, 20 de mayo de 2010

DESAMOR + AUSENCIA + DOLOR

Estas noches desoladas trituro la rabia de no sentirme amado. Me asusto de odiar a kienes pueden besar a un ángel (sin merecerlo). Pues descubro akella kurxi farsa de que el amor engendra más amor. Cuando nos aman el egoísmo nos deforma, y cuando amamos, nos manipulan hasta la humillación, y ambas cosas hieren Es cierto, tuve mi breve cielo de estrellas, pero su fugacidad y la triste nostalgia de sus días agiganta este nudo en mi garganta ke me impide gritar. Duele decirlo, pero no hay peor desdicha ke mirar como los otros son felices mientras uno se desangra. De ke sirve escribir estas patéticas líneas, si al final me kedo tan solo, ausente de la anhelada caricia de la diosa que inmisericordemente me deja. Sí la disyuntiva es vivir o escribir, ya me cansé de sólo soñar con esos labios redentores y sentarme cada noche a derramar mi alma ulcerada sobre una inerte pantalla. Hoy tengo la certeza ke la vida es una cuerda, donde de un lado jala el vacío, y del otro el desgarro. Se rekiere un inhumano ekilibrio para saborear un poco de felicidad. Mañana llevaré flores a la tumba de mi padre, para recuperar la paz ke hoy se llevó mi amada, junto con los besos, casi siempre negados y casi nunca ofrendados...

domingo, 25 de abril de 2010

INTERNET ADDICTION DISORDER EN LAS REDES SOCIALES

Cuando Alfredo Bryce anotó en una dedicatoria que escribimos para que nos quieran, razón no le faltaba. En efecto, la literatura como una creación aséptica y totalmente espontánea no existe. Las motivaciones son diversas y van desde las más nobles hasta las más egoístas o materialistas. Sin embargo en todas ellas subsiste el deseo consciente o inconsciente de llamar la atención de alguien. En otras palabras un relato es un mensaje encriptado destinado a una o un grupo de personas en específico. El problema se presenta cuando fracasamos en ese propósito, pues no leen ni comentan nuestros textos. Este mismo fenómeno se ha extendido al internet, principalmente a las redes sociales. En los temperamentos apasionados (los más propensos a las adicciones), la ansiedad o deseo compulsivo de acceder permanentemente, por ejemplo al facebook, es en realidad el anhelo angustiante de encontrar en línea a la persona que nos atrae y despertar su interés. Esto último significa lograr que comente lo que escribimos, la foto o el video que colgamos. En pocas palabras, que nos diga algo agradable. Y es que la mayoría de los internautas adictos, como los escritores, son en esencia personajes solitarios y lo que más buscan en sus lectores o visitantes es afecto. El acceso reiterado al internet es en el fondo un seguimiento (que puede degenerar en acoso) a las personas objeto de nuestro interés (amantes o amigos). La frustración que se siente cuando no responde a nuestras expectativas nos impulsa a cambiar de estrategia, como por ejemplo, escribir algo más dulce o apasionado, o por el contrario, tratar de herirla desesperados por lograr que sintonice con nuestras emociones. Todo ello implica ingresar a la red, redactar y corregir los textos dirigidos a nuestra musa, y volver a ingresar para ver su respuesta. Los mensajes pueden ser tan directos y personales, o no pueden hacer la menor alusión a la destinataria. Este último caso es más angustiante, pues a la incertidumbre de ¿Leyó o no leyó?, se une otra más compleja: ¿Logró descifrar el mensaje? En ambos casos, como quien da vueltas todo el día por la casa de la amada, nos quedamos horas y horas en línea, o salimos e ingresamos reiteradamente. Consecuentemente, la “Internet addiction disorder”, es en esencia, el deseo compulsivo de llamar la atención de alguien que nos interesa sobremanera. Si su reacción es positiva nos ilusionaremos aún más hasta llegar incluso al asedio permanente. Si la reacción es negativa la rabia o la tristeza generada incrementará nuestra soledad y el deseo de buscar otra proveedora de afecto en la propia red. Yo he experimentado ambas sensaciones y sólo he logrado algo de calma cortando todo contacto con la musa.

sábado, 17 de abril de 2010

IN MEMORIAN DANIEL VARGAS

Este fin de semana, que pensaba sería el inicio del final de ya no publicar en internet, tu injusta (como casi todas) muerte me saca de mis cuarteles de invierno, pues bien vale la pena escribir algo como un pequeño homenaje a tu partida. Te acuerdas loquito Daniel aquella vez que “revolcamos” a un teacher de la facultad para luego vacilarnos. Sin embargo eras tan noble que luego le pediste disculpas, a pesar de que traté de evitarlo. Así eras tú loquito, derecho como pocos, y pensar que en un tiempo nos disputábamos la misma “jerma”, que al final, por indecisos, se fue con otro. Y qué decir de esa táctica para conquistarlas que consistía en invitarles dulce de camote que tú mismo preparabas. ¡Ese Daniel!, como describías tus fallidos intentos como lo más natural del mundo, a pesar de que algunas no te “atracaban”. Siempre en cada lugar encuentras una “cojuda” que no aprecia la calidad de la gente. Luego están dando lástima con un “huevón” que las trata como sus esclavas, pero es otro tema. Si loquito, a ti te “llegaba altamente” que no te hagan caso, pues ya tenías tu flaca bien escondidita en el Bajo Piura. Eras tan confiado que una vez hiciste que la llame sólo para conocerla. Pero con los patas no se chocaba, esa era la consigna. Cuando te volví a encontrar después de mucho tiempo, ya te habías casado con la chiquilla del teléfono, como no podía ser de otro modo, y tenías un hijito. Me dijiste que la próxima vez que nos encontráramos, de todas maneras nos tomaríamos unas “chelas”, pero no hubo próxima vez. Aunque me dejaste tu número de celular, nunca te llamé y hasta lo perdí. Siempre he sido un ingrato de “miércoles”. Por eso aquí estoy un 16 de abril del 2010 escribiendo estas líneas para ti. Para que veas que los buenos patas nunca se olvidan. Si existe otra vida, allá nos tomaremos las “chelas” que nos adeudamos. Recordaremos los viejos tiempos y reiremos de las tantas ocurrencias… Por eso aparta una mesa donde podamos conversar largo y tendido. ¡Nos vemos loquito!

sábado, 10 de abril de 2010

EL LENGUAJE DE LOS GESTOS

Los gestos son uno de los lenguajes del alma y los ojos son la ventana más clara hacía sus confines. Las palabras suelen ser torpes cuando de emociones se trata. Los gestos en cambios son bastante evidentes para quien los sabe interpretar. Cuántas veces sentimos que no utilizamos la palabra adecuada para hacer entender a otro lo que sentimos. Quizá lo más sensato era decirle algo como: observa mi cara, ve lo que estoy sintiendo, y nos enredarnos en descripciones inexactas e inútiles. Los niños manejan el lenguaje gestual a la perfección. Sencillamente porque es su único medio de comunicación. Luego cuando se aprende a hablar la gestualidad pierde importancia y poco a poco se nos hace más complicado interpretarla. Sin embargo algunas veces, por ejemplo, cuando somos padres. Ahí recuperamos nuevamente esa habilidad, deleitándonos con lo que dice su carita. No obstante, la mayor parte de las veces sólo la utilizamos con ellos (con los niños). Si pusiéramos atención a los movimientos faciales, al menos de las personas importantes en nuestra vida, verbigracia a quien amamos, las entenderíamos mejor. Sabríamos con certeza cuando están lastimados aunque traten de disimularlo. También descubriríamos quien trata de engañarnos fingiendo una emoción que no siente. Es decir, mejoraría nuestra comunicación al entender lo que realmente siente el otro sin necesidad de presionarlo hasta la angustia, repitiéndole el consabido e irritante “pero dime que tienes”. Si nos detuviéramos un poco constataríamos que cuando se está enamorado la mejor forma de decirnos cosas es a través de las miradas, las sonrisas, los cambios en el tono de la piel, etc. Alguien desconoce que unos labios que se entreabren y unos ojos que se cierran (incluso) contra su voluntad, están diciendo muy claramente ¡BÉSAME! En esta situación lo más sabio que podemos responder es algo como ¡NO DIGAS NADA, EL SILENCIO HABLA POR NOSOTROS!...

sábado, 6 de febrero de 2010

BELLEZA QUE HIERE LOS OJOS

Ya no recuerdo si he leído o escuchado la frase. Decía más o menos así: “Tenía una belleza que lastimaba los ojos con su fulgor”. Me impresionó por algún tiempo y creo haberla dicho más de una vez, pero sin sentir su fuerza. Hace días la recordé con intensidad. No contemplaba a Julia Roberts, Penélope Cruz, Angelina Jolie, o alguna de las diosas de Hollywood cuya inaccesibilidad termina por volverlas irreales. Se trataba de un rostro descubierto en la red. Made in Perú para sentirnos orgullosos. Trataré de describirla. Irradiaba aquella criatura, eso que llaman ángel. Es decir la combinación de dulzura y sensualidad, en su mirada, en su sonrisa y en el gesto de sus labios captados por la cámara. Al comienzo pensé que había colgado la foto de alguna modelo, pero luego me convencí que era ella. la chica con la que había platicado unos minutos. Me sorprendió su sencillez, pues bellezas de ese nivel, no descienden a nuestro mortal mundo. Vi la foto de su nena de cinco añitos que había heredado algo de su hermosura. Por mi parte, le conté sobre Dylan Axel y la enorme felicidad que significaba en mi vida. Arribo ahora a la reflexión sobre la frase del inicio. Veamos. Es de suponer que Dios, la naturaleza o alguna fuerza creadora, define el modelo (físicamente hablando) de los seres que vienen al mundo. Se trata de lo que la ciencia llama la base genética. Entonces en la creación de esa beldad hay un componente de “fabrica” imposible de realizar, incluso por el más hábil cirujano plástico. Sin embargo, no basta con la simetría de sus rasgos. Existen mujeres muy bellas, pero que no atraen fuertemente. Aquello lo otorga la naturaleza, pero hay algo que es como la hermosura del alma. Se asoma por los ojos, por los labios, por la voz, por cada uno de los gestos de una persona. Consecuentemente, es el ENCANTO y no la belleza, lo que más perturba porque, precisamente, el alma encantadora envía un mensaje a su par que la está observando. En ese momento se establece un lenguaje sin palabras, pero con tal intensidad que nos produce aquella sensación que algunos han bautizado como la “belleza que lastima”. Y es verdad, pues resulta muy difícil resignarse a que ese ángel permanezca completamente ajeno a nuestras vidas. No obstante con los años, aunque no desparecen, se aprenden a controlar los impulsos que nos llevan a obsesionarnos con alguien. Quizá mi recién descubierta diosa sólo pueda regalarme su encanto a través de las fotos que cuelgue en la red, pero eso ya será motivo de regocijo, pues el cielo y las estrellas se han hecho para contemplar, mas no para poseer.

martes, 26 de enero de 2010

VINDICACIÓN DE LA MUJER FATAL

Busco un atributo cuya sola y única pertenencia haga irresistible a una mujer. La dulzura no lo es, mi abuelita, a sus años, es muy dulce, pero está lejos de erizar mi piel. La ternura tampoco, mi mamá me inspira la más sublime ternura, pero nunca la veneración que siento por ella se convertiría en deseo ¿La sensibilidad? No lo creo, tengo una amiga que derrama lágrimas de embeleso ante una puesta de sol, pero nunca me la llevaría a la cama. ¿La simetría facial? (definición técnica de la belleza física). No es suficiente. Conocí a una chica de ascendencia nórdica. Tenía los más bellos ojos azules y diez rasgos de ese tipo. No obstante, no llegué a enamorarme de ella (y ella menos de mí).He mencionado las más elevadas o selectas cualidades sólo para descartarlas. Ahora, es verdad que la combinación de todas ellas vuelve sobradamente irresistible a una mujer. Sin embargo, insisto que se trata de una sola cuantía que logre este propósito. Pues, si hay una. La sensualidad ¡Eureka! No está demás aclarar que se trata una subjetiva y arbitraria opinión a la cual trataré de darle fuerza. Comenzaré afirmando que la sensualidad es una combinación de cosas. “Así cualquiera”, dirán. ¡Un momento! ¿Acaso la dulzura no es una mirada, mas una sonrisa, más una voz, más unas palabras, o unos silencios, y otros gestos más? Igual las otras virtudes mencionadas. ¿Dónde está la ventaja seductora de la sensualidad?Primero diré que puede ser considerado como tal. Unos labios carnosos semiabiertos que besan sin tocar, una mirada penetrante que destroza tus defensas, una sonrisa insinuante, una voz que se convierte en susurro, etc., etc. Ahora ¿Por qué esos encantos embriagan a un hombre? Se trata de un asunto de hormonas que alteran la dinámica corporal. El corazón se acelera, las manos sudan, la voz se entrecorta, las piernas tiemblan y, tal vez lo más claro, es que sentimos que podemos mandar todo al diablo por tener a esa mujer. La mitad de los hombres caen ante una que posea estos encantos y la otra mitad se arrepentirá de haberse resistido. Evidentemente estoy situado en un plano ajeno a la ética y a los indispensables valores que implican la superación integral, la propia felicidad y son inherentes a nuestra condición humana. Pues todo amigos, tiene su precio. Poseer a una mujer sensual significa caminar sobre una delgada cuerda, con la pasión en un extremo, el sufrimiento en el otro y la muerte esperando a que resbales de la cuerda. No en vano una mujer sensual que se respete, será también UNA MUJER FATAL

NOM BLANDES - WHAT ` S UP (1992)

Excelente canción de esta banda de rock alternativo. Enérgica y sin dejar de ser melódica, la guitarra complementa a la perfección el virtuosismo melancólico de la potente voz de esta nena que, como un rayo, apunta a nuestro corazón y nos deja totalmente estremecidos. Algo de la letra para meternos en este tema
Veinticinco años y mi vida no ha variado
Estoy tratando de llegar
hasta la colina grande de esperanza
Para un destino
Me di cuenta rápidamente cuando supe
que tenía que hacer algo.
Que el mundo fue hecho para ser
Hermandad del hombre
Porque todo lo que eso significa
hace que a veces llore,cuando
estoy acostado en la cama
Sólo para obtener todo lo que está en mi cabeza
Y yo, me siento un poco singular
Disfrutemos del tema http://www.youtube.com/watch?v=ZwCt0YQPn7g

lunes, 25 de enero de 2010

MARILYN


Por MANUEL VICENT (Una Pluma inalcansable) Tomado de El Pais de España
Nora Barnacle, la mujer de James Joyce, nació en Galway, una ciudad asomada a los acantilados del oeste de Irlanda. En su casa convertida en un pequeño museo, entre otras tarjetas, folletos y carteles de recuerdo los visitantes pueden comprar una foto de Marilyn Monroe leyendo el Ulises, la más intrincada cumbre de la literatura universal. La foto está hecha en Long Island, Nueva York, en 1954. Marilyn aparece sentada en un tobogán de la playa, en un traje de baño explosivo, con los labios entreabiertos, embebida en la lectura, con la mirada de miope un poco perdida en la página. Tiene el pesado volumen de tapas duras apoyado en las rodillas, abierto por el último capítulo en el que Molly Bloom a altas horas de la madrugada, mientras espera a su marido en la cama, libera toda suerte de pensamientos obscenos en el famoso monólogo interior. Por la expresión de su rostro se nota que Marilyn ni entiende lo que lee ni le importa nada lo que le pasa a esa mujer. En el momento en que se hizo esta foto Marilyn estaba enamorada de Arthur Miller, con el que ya vivía una pasión clandestina. No creo que este dramaturgo la forzara a leer el Ulises de Joyce, una cima tan difícil de escalar, para medir el nivel de su inteligencia. Parece más bien que la propia Marilyn se hubiera impuesto el reto de llegar hasta el final del libro para demostrar que era capaz de realizar semejante hazaña, bien por amor o por hambre desordenada de cultura. El sacrificio de leer el Ulises de Joyce, sin importarle nada, sólo tenía sentido como inmolación ante aquel amante al que creía superior, pero Marilyn sabía de la vida más que Joyce, más que Molly Bloom y más que el propio Miller. Fue una niña abandonada por su madre, una adolescente violada, una chica de calendario para camioneros, que pasó de los brazos del bruto y celoso héroe nacional Joe di Maggio a los de Arthur Miller, un judío intelectual neoyorquino, convertida siempre en pieza de caza mayor, para acabar zarandeada por dos ciervos de catorce puntas de la familia Kennedy hasta la muerte. En esta tarjeta postal Marilyn parece dispuesta a sorber todo el fluido interior de Molly Bloom que arrastra grumos lascivos de su subconsciente abierto a un sexo cenagoso. No obstante, a Marilyn se la ve pura, perdida, transparente, sometida a una prueba inútil: tener que leer el Ulises de Joyce para presentarse ante el amante intelectual con la lección aprendida, cuando ella se la sabía de memoria sin literatura simplemente por haberla vivido.

martes, 19 de enero de 2010

LAS CHICAS DEL MERCADO

Me gusta ir al mercado para mirar a las chicas que trabajan atendiendo en los puestos. Con su atuendo breve o ajustado se esfuerzan por atraer a los potenciales compradores. Basta que mires sus productos para que, con una sonrisa, te digan: “Ven amiguito, sin ningún compromiso”. Si te detienes, puedes conversar brevemente con ellas y sacarles su número de celular, porque eso sí, no pueden tener un sol en el bolsillo, pero nunca les faltará el   indispensable móvil. Casi todas provienen de las barriadas y ganan un sueldo de explotación. Están ahí hasta conseguir algo mejor. Por ello no es novedad que cada semana encuentres algunas nuevas, y extrañes a otras ya  ausentes. Su exuberancia  y su sonrisa son sus mejores cartas de presentación para acceder a un trabajo mejor. Aquí no cuentan los grados académicos, ni el currículum vitae. En ellas se observa una forma de ascenso sólo estético y sensual. Las no agraciadas están excluidas desde el comienzo. Únicamente las bonitas son contratadas. Algunas terminan cómodamente casadas y suben de estatus. Otras - las más bellas y vulnerables - dejarán su juventud en algún burdel con careta de bar. Claro que una buena parte de ellas (las emprendedoras) ahorran para estudiar, o hacerse de su propio puesto de mercadería. Qué duda cabe, el sistema convierte a estas chiquillas en objetos de adorno, en anzuelos para atraer clientes. Expresan la cosificación de la mujer en función a su belleza física. Sin embargo es inevitable embelesarse con su fresca juventud. Quizá el milenario cazador de las cavernas que habita en nosotros intenta despertarse, pero toda esa pulsión es sublimada para aflorar en relatos como éste. Por ello, seguiré acudiendo al mercado...

jueves, 14 de enero de 2010

LA INOCENTE PRIMA

Éramos primos de segundo grado y ambos teníamos doce años. Vivíamos aquella etapa donde se anhela ser grande - así como de adultos queremos volver a ser niños -. Fue sin duda mi primer amor, pues a esa edad importa mucho más el fuerte latido del corazón que que las declaraciones o formalidades. Pasaba todos los veranos en mi casa de campo (que era la única casa que tenía) y cada partida suya fue la reiterada tragedia de mi niñez. Todas las mañana (y todas las tardes también) la esperaba en el granero simulando dormir sobre los sacos de maíz donde ella trepaba traviesamente a fastidiarme. Hasta que finalmente la atrapaba y abrazados rodábamos regocijadamente. Nunca hubo besos ni caricias, sólo nuestros púberes cuerpos compartiendo su calor encima de las ropas. Su mal disimulada risa de niña (ella también quería ser mujer) fue la más grande felicidad en esa etapa donde los regaños de los padres echan a perder todo. Esos inolvidables instantes en el granero eran la secreta cúspide de libertad que nos regaló la infancia. Nunca contamos a nadie nuestro audaz secreto. Pase mucho tiempo sin verla, y con motivo de su quinceañero la volví a encontrar, pero algo muy hondo habíamos perdido. Ella había descubierto el manto gris de la culpa y yo el de la vergüenza. Hoy, después de más de veinte años comparto uno de los más dulces recuerdos que la prima me regaló en ese inolvidable granero de mi casa de campo (la única casa que tenía)...

domingo, 10 de enero de 2010

APRENDIENDO A CONQUISTAR


Hay una tendencia, casi siempre inconfesable, de comparar a tu pareja con la de tus amigos. Si sales "ganando" no habrá mayor problema, pero si no es así la mayor parte de las veces no podrás vencer tus deseos de despojarlo (siquiera imaginariamente) de aquello que consideras merecer más que él. Las mujeres en cambio, mucho más observadoras e intuitivas, inmediatamente saben cuando han despertado el interés de un hombre. Si el galán les resulta atractivo utilizarán sus mejores armas de fascinación, sino a lo mucho serán gentiles. La mujer es más refinada, pero efectiva, para seducir. Su estrategia está hecha de gestos a los que el varón no puede resistirse. Una mirada furtiva, una sonrisa que se diluye en los labios, un caminar insinuante. Un acto provocativo y desafiante es hacerle cariños a su pareja sólo para hacer provocar. “Te mueres por tener lo que él tiene” parecen decir atormentado más al pretendiente que comienza a sentirse perdedor. Esa es la palabra clave. A ningún hombre le gusta perder cuando de mujeres se trata. Los más torpes resolverán el asunto (su envidia) con una tirria al afortunado. Los más diestros, iniciarán todo un ritual de conquista dotado de paciencia y perseverancia. Se trata de que la musa tenga claras las intensiones del conquistador, pero su pareja no. Por ello debe combinarse respeto con finas atenciones que toquen la sensibilidad de la “Julieta”. Algunos tienen todo un libreto ya aprendido y repetido a la saciedad. Palabras como: “Supongo que te has dado cuenta como sobresales entre todas las invitadas”, o, “De quién heredaste esa hermosa sonrisa”, son parte de estos guiones. Sin embargo, además de los cumplidos, pocos hombres conocen la efectividad de escucharlas con interés, antes que hablar y hablar. La clave es descubrir un tema que  la apasione, para hacerle las más interesantes y oportunas preguntas. Ahondar en sus conocimientos y celebrar sus ocurrencias garantizan el puente de confianza a través del cual se llegará a su corazón. Se trata de conducirlas desde la risa regocijada hacía la ternura femenina que se alimenta de sus recuerdos y sueños infantiles. Logrado esto ya se habrá asegurado por lo menos un ansiado beso. ¿Parece fácil no? Sin embargo sólo la experiencia asegura el éxito, aunque sea (como dije líneas arriba) en el mundo de la fantasía...

viernes, 8 de enero de 2010

CRISIS DEL AUTO EXILIO

A estas alturas de la vida y quizá demasiado tarde, he descubierto que perder amigos y amigas es uno de mis peores defectos. He asumido erróneamente que la amistad fluye naturalmente y que no es necesario hacer llamadas, indagar cumpleaños para saludar, asistir a reencuentros, ir a misas, visitar, etc., etc. De esta forma me he ido quedando sin amistades, al punto de ser arañado por aquel tipo de exilio donde no hay nadie con quien tomar un café. Refugiado en la literatura o en la música he creído compensar la falta del calor humano que sólo brindan las personas que me han conocido algo, y yo a ellas. Estúpidamente he pensado que escribir cosas publicables basta para tener la atención permanente de los seres que un día me quisieron. En mi egocéntrico estilo selectivo y presumido de platicar sólo sobre temas “interesantes”, he perdido la espontaneidad de un diálogo coloquial, por ejemplo, sobre el casamiento de la ex compañera más linda de clase. Seguramente mi intelecto ha crecido, pero mis afectos amicales se han empobrecido patéticamente. Luego el infantil orgullo de que no tomar la iniciativa hasta que el otro lo haga o incluso una broma fuera de lugar y el no valor para pedir disculpas, han contribuido a esta orfandad que crece y crece. Y así me encuentro cada noche sentado ante el computador sin que el celular suene trayendo un mensaje que sea una caricia para mi alma siempre amenazada por los vacíos. Mi vida transcurre más en el mundo de las fantasías (y también de las pesadillas), antes que entre las risas y abrazos de aquellos con quienes compartí gratos momentos. No sé cuanto pueda resistir. Desconozco si prescindir del contacto humano acrecentará mi desosiego. Al menos estoy empezando a vislumbrar que algo anda mal y necesita mi urgente atención. Por lo pronto ya me convencí que estoy a millas de Alfredo Bryce a quien le bastaba escribir para que lo quieran. La otra posibilidad es que, penosamente, carezco – ojalá sea sólo por ahora - del estoicismo que me permita hacer de la soledad la dulce paz donde la comunión con uno mismo es perfecta. A PROPÓSITO DEL TEMA, ESCUCHEMOS AL MAESTRO ALBERTO CORTEZ http://www.youtube.com/watch?v=hjfH2oNsa34

lunes, 4 de enero de 2010

PIES DIVINOS


Me extasío contemplando tus pies blancos y perfectos donde resaltan esas uñas escarlata magníficamente cuidadas. Los recorro con mis labios suavemente como en una sacra ceremonia. Todo en ellos es sensualidad. Su reluciencia y su delicada tersura. Sus pliegues parecen hechos para la delicia táctil e invitan a que mi boca se embriague en su divino recorrido. Voy jugueteando con cada uno de sus pequeños dedos y no quiero separarme nunca de ellos. Esos son tus pies, aquellos que cuidas amorosamente para ofrendármelos y son deleitable antesala, para luego entregarnos por completo al embelesamiento de nuestros cuerpos. Ellos me conocen y se muestran ansiosos por liberarse de sus primorosos zapatitos y correr hacía mi. Nunca ocultes esos pies, ni siquiera en el gélido clima de Siberia. Morirían de tristeza igual que mueren las flores cuando las cubres por completo del sol. Son criaturas risueñas e inquietas. Nadie los volverá a descubrir y mimar como yo...
Pienso que la mayoría de los hombres son elementales y no conocen de exquisiteces. No cultivan su sensibilidad ni su sentido estético. Como los cuadrúpedos, sólo conocen y acometen sobre la entrepierna y efímeramente obedecen a sus impulsos más primarios sin preguntarse si dan felicidad como la que reciben. A ellos les digo. La mujer es un manantial de belleza, por ello dulce mujer tus pies son una de las fuentes en la cuales olvido mis pesares y me entrego por completo al misticismo del amor...