martes, 30 de agosto de 2011

"SANTA ROSA" Y LA ESPERADA VENGANZA



Era el segundo año que era elegida para representar a Santa Rosa de Lima. Nada tenía que ver el hecho de que se llame Roxanna. Simplemente era la que más se parecía a la descripción de la santa limeña. Blanca, chaposa, cabellos castaño muy fino (le decían "cabello de ángel"), y además esbelta. El jefe de la policía, organizadora de la ceremonia, no pudo estar más de acuerdo. Nosotros la mirábamos como inalcanzable por bella y casi hasta por santa.
Cuando aún era niña vestía el uniforme más impecable, incluyendo sus zapatitos muy bien lustrados y olía a colonia de bebé. En ese entonces pude haberla cortejado, quien sabe conquistado, pero no le di importancia. Cuando creció, ya fue más difícil. Los muchachos más grandes y populares de la escuela ya la perseguían, y ya no había espacio para mí. Antes de su pase a las "ligas mayores", recuerdo una historia muy triste. Celebrábamos algo en el colegio y bailábamos casi obligados por la profesora. Pero no tenía el valor de sacarla a bailar. Temía que me fastidiarían los muchachos, pues sabían que me gustaba. Sin embargo, hice algo muy tonto. Le mandé a regalar con un amigo una pulserita que le había robado a mi hermana mayor. No era de oro, pero sí la única que ella tenía. Creí enviarle una señal para que salga a bailar conmigo - cómo si bastara con eso -. El hecho es que nunca bailamos y hasta ahora lamento mi falta de valor. Desprecio al chiquillo tonto y temeroso que fui. Bueno la historia de la pulsera terminó muy feo. Alguien le contó a mi hermana que ella (Roxanna) tenía su pulsera y me obligaron a pedírsela. Vaya lío. La profesora en persona se la pidió, no sin antes jalarme las orejas frente a todo el mundo. Creo que en ese momento conocí descarnadamente lo que era el odio. Quise estar muerto para que todos se dieran cuenta del daño que me hacían.
Hubo otros sinsabores más en la escuela primaria de La Matanza. Roxanna se puso más linda y siguió representando a Santa Rosa. No tardó en tener enamorado entre los muchachos grandes.
Es feo reconocer esto, pero dicen que la vida (como para probarnos) siempre da una oportunidad para ajustar cuentas. Terminé la primaria y me vine a Piura. En la zona brava de Castilla a golpes me "avivé". Terminé la secundaria en el "glorioso y leal San Miguel". Más tarde ingresé a la UNP. Cuando iba en el tercer ciclo, ella también ingresó, pero con la desventaja de todo "cachimbo" de provincia. Me la encontré y su actitud para conmigo era casi de sumisión. Seguía igual de bonita, pero entre tanta tantas chicas jóvenes y bellas, la suya se opacaba - ya no había Santa Rosa que representar-. Conversamos un momento, pero hice algo ruín y sólo lo cuento para liberarme de la culpa. Le dije que me espere en el paradero y nunca llegué. No fue la única ocasión que la dejé plantada. Me escondí de ella más de una vez. Sentía innoble satisfacción en ver su carita triste y preocupada por no encontrarme. Llegué a pensar haberla hecho "pagar" con exceso sus desaires en la escuelita, hasta que tiempo después me contaron que había dejado la universidad para casarse con alguien acomodado. Inexplicablemente - o creo que nunca me saqué la espina - sentí dolor y rabia, y me arrepentí amargamente de mi comportamiento con ella. Ahora me tocaba pagar a mi por la maldad de mi venganza...

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