sábado, 29 de marzo de 2014

DE AMIGA A AMADA

Me dijo que de nuevo sucedería lo mismo (era la tercera amiga que me presentaba). Vas a aburrirte con ella después de unos días. No tendrás tema para conversar, a menos que sea de modas o de farándula. Pero de todas maneras te la presentaré para que te convenzas por ti mismo. Se quitó los lentes, quizá para que mire la tristeza de sus ojos, pero ni siquiera me percaté de ello. Mi pensamiento ya fantaseaba con la morena de estrecho jean que pronto conocería. No revelaré los pormenores del breve y frustrado romance, además son previsibles, pero tal como lo pronosticó ella (mi amiga), me aburrí, ambos nos aburrimos después de unos días...
La busqué por enésima vez y conversamos largo rato, mejor dicho, le volví a hablar sobre mi mala suerte en el amor. Ella me acarició el cabello, me consoló con tanta dulzura que terminé llorando en sus brazos. Cuando me sentí reconfortado, le agradecí y me marché, no sin antes despedirme con un beso en la mejilla. Nuevamente no me percaté (tal vez no quise hacerlo) que ella me ofreció sus labios. No volvimos a conversar sobre el tema más de una semana, aunque nos vimos una vez para que me explique la tarea de matemática.
Sin embargo, no pasó ni un mes, para volver a pedirle que me presente a otra de sus amigas. Para sorpresa mía, accedió de inmediato sin ningún reproche. Sólo me pidió que la espere un par de días antes de marcharse rauda. Supuse, que como otras veces, tenía prisa por realizar algún trabajo de la universidad. Llegado el día me presentó a la amiga solicitada, retirándose nuevamente de prisa. 
Fue después de una semana que recién me enteré lo que los demás ya sabían. Estaba saliendo con un chico de un ciclo inferior, y los habían visto muy felices a ambos. La busqué con el pretexto de contarle sobre mi último fracaso, pero en el fondo extrañaba su ternura que me hacía tanto bien. Mis nacientes celos se convirtieron en rabia, cuando me hizo esperar varias horas antes de escucharme. Como si eso no fuese suficiente, me dejó antes de que termine de contarle todo, precisamente cuando recibió la llamada de su pretendiente. Eso no lo pude soportar. Primero le pedí que me escuche, pues me encontraba mal, pero ella se disculpó amablemente. Entonces le reclamé airadamente, y ella con mucha calma, me dijo que lo sentía, que al siguiente día conversaríamos largamente. Contrariamente a lo que haría una persona madura. Me odié a mí mismo y también a ella. Me dolía tremendamente que ya no se quede horas y horas escuchándome y aconsejándome. No podía soportar que sus manos acaricien otro cabello que no fuera el mío. Desde ese entonces sigo buscando otra chica, igual de dulce, comprensiva e inteligente, pero para mucho más que contarle mis penas y me presente a sus amigas... — con Victor Patricio Clavellina Orozco y 49 personas más.

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