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Ella identificaba muy bien a quienes fingían, y sólo les daba una sonrisa. Pero cuando se entristecían de verdad por su negativa a besarlos, entonces también les ofrendaba su boca, y seguían llamándola puta…
Ella se sentaba en el parque a dar de comer a las palomas, esperando hombres a quienes consolar. A veces entonaba una canción para llamar a la luna, y entonces llegaban los desolados hombres, y sin embargo, no cesaban de llamarla puta…
Un día se negó a besar a los hombres tristes y sufrientes. Sólo conversaba con ellos, pero no sabía aconsejar, y ya no lograba devolverles la risa. Se iban llorosos a seguirse embriagando. Entonces dejaron de llamarla puta…
Ella dejó de ir al parque un día. Las palomas se fueron muriendo de hambre, y los hombres se quedaron tristes por siempre. La buscaron en su casa y no la encontraron. Los hombres se consolaron pensando que se había ido al cielo. Y a pesar de todo, no faltó alguien que dijo que se fue a trabajar a un burdel…
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