Y cuando me dejes besar tus manitas, cantaré para ti las nupcias de la mar y la luna, celebrada por recios marineros, que no resisten el encanto del escarchado cielo. Entonces, me dirás que acerque mi rostro a tu corazón, para escuchar la melodía de un naciente amor, tejido de cuentos de sensuales hadas que ya no quieren cenicientas porque han sentido las audaces caricias del viento...
Te irás acostumbrando a mis palabras, a mis canciones y a mis besos, que un día suplicarás que descubra tus tesoros candorosamente guardados para el cielo. Y serás mía una noche de centellantes luciérnagas y del cantar de los grillos. Serás mía por soberana decisión de tu piel y de tu corazón. Le dirás adiós a la niña de huraña mirada. La nostalgia se ahuyentará con mi protectora risa, y me harás el amor tan dulcemente (yo también te lo haré), que todos los poemas escritos por mí para ti, florecerán en el fuego de tus labios de la sensual mujer que ya dejó de ser niña...
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