martes, 25 de marzo de 2014

ELLA CUIDABA A SU NIETECITO

Todas las noches salía a pasear a su nietecito en su carrito de bebé, mientras los niños más grandes corrían en sus bicicletas. Trataba de regalarle todo el cariño y la dedicación que no tuvo para con sus hijas. De eso se encargó su hermana (tía de las niñas), quien contrario a ella, nunca pudo tener los suyos. Las protegía tanto que, cuando se convirtieron en agraciadas jovencitas, las acompañaba a cuanto lugar iban. Por eso el día en que una de ellas se fue con un muchacho la tía lloró durante varias semanas, pues le arrancaron algo que había cuidado amorosamente. Pagó con lágrimas su debut como mamá fortuita, es otra forma de decirlo.
Pero la vida siempre da segundas oportunidades, y ella se estaba reivindicando con su nietecito. Su historia se parecía a la de muchas chicas, salvo por una particularidad. En una época en que los muchachos sólo buscaban satisfacer el llamado de las hormonas, ella sólo quería que la amen, y por eso se entregaba por completo a todo aquel que le mostrara fingido interés. Fue así como tuvo a sus niñas, cada una de diferente papá; hasta que la hermana (que cuidaba a las niñas) la hizo ligar para que no tuviera más hijos. 
Había mencionado una particularidad en ella, pero en realidad fueron dos. La primera, que ya adelanté, era entregarse por completo a los chicos, tratando de saciar su profundo anhelo de sentirse amada. La segunda era su apariencia física (para usar un eufemismo). La naturaleza no había sido precisamente generosa con ella. O nadie la había mirado con los ojos del corazón (si queremos ser poéticos). El hecho es que el desamor la había llevado a volcar en su nietecito toda la ternura que los muchachos no habían valorado. Su historia me la contó mi madre cuando le pregunté por aquella señora cabizbaja que caminaba empujando un carrito de bebé, y que sólo atinaba a decir “buenas noches” cuando me encontraba cuidando a mi hijo Dylan Axel mientras paseaba en su bicicleta. 
Sólo queda decir que, en el fondo, ella sólo quiso vivir de acuerdo a los llamados de su corazón, pero los muchachos sólo veían en ella la oportunidad de un gratuito rato de placer, para luego abandonarla. Quizá no sea verdad (para ella no lo fue) aquello de que “el amor sólo se paga con amor”. 

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