![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg2OEiQzPt35yqtA4H8SjiGdEErA3T1D5NYd-DBwYJOYP0A6tOQZnQwplnAQ8opQY00qVsuw45DzxgqPzQ_7pfQrD7GRS7hdwNKlOKG1ezFKf8xWgPQBctp9wMfG8IP7muxdtyw4nw45a5b/s1600/ausencia1.jpg)
en busca de sueños recónditos,
invulnerables a la muerte.
La frescura de tu aliento
me devolvió a la esperanza terrenal
nutrida de tu piel suave y ardiente.
Y quise esclavizar tus labios, húmedos y tibios.
Quedarme con ellos,
para liberarme de la abulia de mis días grises
por la tragedia de tu no existencia.
También quise perennizar
tu voz, suave arrulladora de mis miedos.
Insaciable yo del fuego de tu cuerpo,
indescriptible oasis de mis sentidos,
con el terciopelo de tus muslos.
Y fue así que le diste cielo a mis mañanas,
antes presurosas por el vano deber
de enajenar el tiempo.
Luego esperar la noche,
cuando hacías que beba del pozo de tu pubis,
soberano absoluto de mis plegarias de amor.
Me ofrendaste todo en jornadas primaverales,
que hoy rememoro tu estadía,
en este mi mundo vuelto a la vida,
por el sólo y divinizado toque de tus manos en mi piel,
que hoy sólo imploran tu nombre...
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