martes, 23 de septiembre de 2008

ANGELINA Y LA CAJA BOBA

Me despierto a las cinco de la madrugada y ya no puedo dormir. Si viviera en el campo, ¡Oh maravilla! ya comenzaría con las labores matinales. Como no es así, enciendo el televisor y me atrapa la belleza de Angelina Jolie. Se trata de un drama algo pueril, pero ya no puedo cambiar de canal. La caja boba ha hecho su trabajo de una forma impecable. No existe mejor anzuelo que los labios sensuales de la Jolie. Me concentro en la historia para buscar algo hondo porque los seres humanos - hasta los de las películas - son complejos. Se trata de la típica historia del hombre gris y anodino que se convierte en héroe rescatando a la ingenua Angelina y a su madre, de las garras de un neurótico rufián. Una mala imitación de esa obra maestra de Martin Scorsese llamada "Taxi Driver". Pero de todos modos vale la pena exprimirla y sacarle algo. Para comenzar sucede en la vida real, y Hollywood lo sabe, que la belleza, especialmente femenina, tiene un halo turbador y hasta trágico. Los hombres son capaces de morir o vivir, por conseguir el amor de una Afrodita. Decía Borges que hay dos cosas que ponen a prueba el coraje de un hombre: la guerra y la mujer y, para continuar con aquel sabio y encantador ciego; sucede que quienes se creen animosos o corajudos, descubren que la cobardía anida en sus corazones y viceversa. Sucede también, que en los temperamentos aturdidos, un autodestructivo impulso los lleva a renunciar a la paz y la felicidad de una esposa y de unos hijos buenos y comprensivos; para arruinar su vida en el infausto afán de poseer unos labios, unos ojos o un cuerpo voluptuoso. El cielo, para estos espíritus épicos y atormentados, es la efímera, pero destellante sensación de desafiar al destino que les había fijado el sendero a seguir. Ninguno de los destinos es malo ni bueno. De la plácida vida del esposo leal y del ejemplar padre, surgen los modelos que devuelven la fe en la capacidad del hombre para hacer el bien. De la trágica y bizarra vida del apasionado que lo abandona todo por una mujer, surge la mejor literatura, parte de la cual se convierte en cine y acompaña las insomnes noches de mortales como yo. Ambos arquetipos no existirían uno sin el otro, así como la luz no existiría sin la oscuridad. En casi todos los films televisados del tipo que les he contado, aparece la advertencia "Ver en compañía de adultos". El programador da por sentado y le importa poco, si orientamos o no a los niños y jóvenes, pero si ni nosotros comprendemos las metáforas, los mensajes entrelíneas del lenguaje cinematográfico, poco podemos hacer. Concluyo entonces que más que la degeneración televisiva, es la superficialidad del hombre (Milan Kundera la llamó "Levedad"), uno de los más grandes males de estos tiempos.

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