lunes, 22 de septiembre de 2008

PRIMEROS AMORES Y OTRAS KURSILERÍAS

Tengo la impresión que quienes amamos por primera vez durante la década de los ochenta – pienso en el rock en español - y seguro antes de aquellos tiempos, seguimos recordando intensa y tiernamente nuestras exploraciones sentimentales. Personalmente no he sido la excepción y algo de esas inolvidables vivencias puede generar positivas reflexiones. Primero fue Martha y después Roxanna y las recuerdo con la dulce nostalgia del paraíso perdido. Cada tarde caminaba unos tres kilómetros de “La Matanza” (el pueblo donde crecí), sólo para mirarlas, mientras disimulaba jugando partido cerca de sus casas. A semejanza de Bécquer o Machado, bastaba una sonrisa para hacernos felices. Hoy los jóvenes son más directos (“van al grano”) y la pornografía, el perreo, y otros venenos mentales, han empobrecido ese otrora místico romanticismo. Se aburren y hasta se asustan con la ensoñación solitaria, desconociendo que ésta despertará la más celestial ilusión o la más conmovedora nostalgia. Ese temor a la soledad lo evaden con el vulgar ruido musical, o con la televisión, perdiendo la riqueza interior que moldea el espíritu. Ese es queridos lectores, uno de los males de esta época, la carencia de una reconfortante y creativa interioridad. Tecnologías destinadas a comunicar mejor a la gente como el teléfono celular, la alejan aún más, al prescindir de aquella honda mirada a los ojos que permita conocer por completo el alma del ser amado. Hasta los temas de los diálogos, y no me refiero sólo a las parejas, se han trivializado perdiendo la ternura y profundidad, ennoblecedoras del alma. No es de extrañar entonces que los debates nacionales y sus protagonistas, no trasciendan el interés material y más que ideas, expresen agravios personales. En ese sentido, a semejanza del parasitario “tarjetazo” político, la tecnocracia, supuestamente mejor preparada, también ha sucumbido a esta deshumanización progresiva y, más allá de las cifras en azul, no busca la mejora de la calidad de vida de los pobres del Perú. Inferimos entonces que la pobreza, además de material, es fundamentalmente espiritual. Ignoramos pues, que la pequeñez emocional debilita la solidez moral, haciendo a las personas presa fácil de la corrupción. Es necesario entonces que el sano y elevado aprendizaje afectivo de niños y jóvenes, sea una de las piedras angulares de los cambios educativos que se anuncian. Personas que hagan del pensamiento crítico y de la salud emocional su praxis diaria, estarán mejor dotados para formarse y vivir una escala de valores que los libere de convertirse en los infecundos y oportunistas ciudadanos del futuro.

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