jueves, 25 de septiembre de 2008

ANGIE. MÁS QUE UNA CANCIÓN

Es una fría mañana, de esas como para quedarse en la cama abrigándose, escuchando viejas baladas en inglés. "Angie" en la desgarradora voz de Mick Jagger, la guitarra de Keith Richards y el piano de Nicky Hopkins es pura ternura melódica que conmueve cálidamente. El "loco" Mick, seguramente con mucho humo en el cerebro - Nunca se proclamó modelo para nadie - la compuso para Angela Barnett (muestrando sus encantos en la foto), esposa de su amigo David Bowie en 1973. Las malas lenguas dicen que se la "levantaba". Quizá era así, pero... Mejor compartamos algo: "...Angie, Angie, ¿When will those clouds, all disappear? Angie, Angie ¿Where will it lead us from here? Lastimera letra que mi deficiente inglés convierte en: "Angie, Angie ¿Cuándo desaparecerán todas esas nubes? Angie, Angie ¿De aquí a dónde nos llevarán?". El hecho es que lo excelso de esa canción, precisaba de un embriagador afecto, quizá producto de un desliz amoroso. En fin. Vayamos al punto a donde quiero llegar. Seguramente más de uno ya se escandalizó por mi "apología" de la infidelidad o del adulterio. Sin embargo la vida y la realidad son mucho más complejas y es necesario ahondar. Educar a los jóvenes implica primero sumergirnos en su mundo pleno de intensidad emotiva. Lamentablemente, de "adultos", perdemos mucho de la sensibilidad y de la fantasía que colorean aquella etapa. Nuestra alma se envejece. Nos volvemos aburridos y de allí a la mediocridad, a la hipocresía y la doble moral, hay poca distancia. En ese momento las arrugas y costras del espíritu, se llevan, además de nuestra inocencia, nuestros sueños, nuestros ideales, nuestra sana rebeldía, y lo que es peor, nuestra capacidad para volar en alas de la imaginación. Entonces, deleites como la poesía y la buena música, se tornan ajenos para nuestra alma. Por tanto, la "malicia" y la "inmoralidad", de "Angie" y de los "Rolling> Stones" es sólo aquella que anida en nuestro envejecido interior y que se torna en el gris cristal con el que miramos la canción. No alcanzamos a ver en cambio, que los afectos no son buenos ni malos, sólo son; que amar a alguien no significa hacerla nuestra propiedad; y sobre todo que el peor dolor, es el que uno mismo se infringe, porque en el fondo no es otra cosa que la valoración de los actos propios o ajenos. Por ello en las grandes almas, verbigracia Mahatma Gandhi, no encuentra espacio el odio, el resentimiento, la envidia ni ninguna emoción negativa, tampoco el amargo y estéril sufrimiento que está reservado para nosotros los pequeños. Por lo tanto el arte, como por ejemplo la música, es un bello camino para exorcizarnos de aquella miseria afectiva.

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