jueves, 25 de septiembre de 2008

RECETA PARA SER FELIZ

En un pasaje de su novela “La Tregua”, Mario Benedetti hace decir a uno de sus personajes que la felicidad no es aquel deslumbramiento embelesado que sentimos al descubrir una piedra preciosa en el fondo de un arroyo, sino que aquella, se encuentra en los destellos de colores que produce el sol en el aguas del arroyo. En otras palabras, es mucho más real y duradera. La metáfora nos recuerda cuantas veces imaginamos y buscamos la dicha como si fuera un permanente carnaval. En esa búsqueda tomamos el camino más fácil, pero artificial e incluso nocivo. Indiscriminadamente echamos mano de sucedáneos como fiestas, bullicios, licores y hasta drogas. Para el poeta uruguayo en cambio, el más hondo deleite se logra con una afinada sensibilidad (captar la belleza y emocionarnos con ella), y con la plena conciencia de que cada momento es irrepetible y debe ser vivido con intensidad. Por el contrario, es habitual que cuando nos enfurecen o lastiman, el rencor o la tristeza nos duren horas, días y semanas. Al darle vueltas y vueltas al asunto, hacemos de la auto tortura una práctica. Sin embargo cuando vivimos una grata experiencia, el gozo nos dura poco y no pensamos sobre lo importante que ha sido en nuestra vida. Es decir buscamos mucho más el sufrimiento que la felicidad. Sucede que, cultural y socialmente, nos han educado para el dolor. En lo afectivo – ojalá lo fuéramos en lo intelectual - somos inclementes con nosotros mismos. Nos flagelamos por cada frustración emocional y no disfrutamos, ni siquiera tomamos conciencia, de los momentos cotidianos de felicidad. Desconocemos que, así como un buen libro alimenta nuestro intelecto, la capacidad para maravillarnos ante aquello que parece cotidiano, también nutre nuestra afectividad y cultiva en nosotros es vocación de felicidad que le otorga brillo y color a nuestra vida...

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